LAURA DEL RIO. Especial para EL MUNDO
BERLIN.-
El año 1977 tiene en la memoria colectiva alemana nombre propio: Hans-Martin Schleyer. Presidente de la asociación de empresarios, Schleyer se convirtió tras dos meses de secuestro en la undécima víctima del grupo terrorista alemán de extrema izquierda Fracción del Ejército Rojo (RAF) en ese mismo año.
En la prisión de Stuttgart cumplían entonces condena 26 miembros de la conocida banda Baader-Meinhof. El secuestro de Schleyer fue un intento fallido de presionar al Gobierno y de conseguir su libertad. Al no lograr su objetivo, tres de los presos y fundadores de la banda se suicidaron en la cárcel y días más tarde aparecía el cadáver de Schleyer. En su muerte y en la de otras dos personas estuvo implicada Brigitte Mohnhaupt, que estos días se sienta ante la Audiencia Provincial de Stuttgart con la esperanza de que los jueces revisen su condena de cadena perpetua y le den la libertad vigilada.
En los asesinatos de 1977 también participó Christian Klar, que como Mohnhaupt fue condenado en 1982 a cadena perpetua y que, como ella, podría quedar próximamente en libertad si el presidente de la República, Horst Köhler, le concede el indulto que ha pedido.
No sería la primera vez que un presidente indulta a un miembro de la banda terrorista que, entre 1970 y 1998, acabó con la vida de 34 personas, la mayor parte de ellos empresarios, banqueros, abogados o soldados del Ejército de EEUU. Y, sin embargo, este caso ha desatado en Alemania un intenso debate sobre los límites de la aplicación de la cadena perpetua.
El liberal y ex ministro de Exteriores Klaus Kinkel cree que «deben tener la oportunidad de reintegrarse en la sociedad», mientras el conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung se pregunta dónde «queda la señal de reconciliación por parte de los antiguos terroristas», que en sus 24 años de prisión no han mostrado arrepentimiento ni pedido perdón a las víctimas.
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