FRANCISCO UMBRAL
La personalidad de Esperanza Aguirre se remunera en estos días por su preparación para las elecciones de Madrid y esta mujer/político ha tirado por la vía de la popularidad, que parece ser la que más fácilmente maneja de cara a un público madrileño, habitual y bonachón.
Conocí a Esperanza en el Ministerio cuando ella frecuentaba y repetía una cultura popular que venía del franquismo, pero que Esperanza enriqueció como tal cultura popular, alejándola de los planes habituales al mismo tiempo que ella se iniciaba en un arte superior de la cultura y una profundización relativa o absoluta en las ambiciones moderadas y perdurables de nuestro pueblo. Esperanza está habitada de los mismos paraísos artificiales que nuestra gente, y que son esos eternos paraísos de la finquita en las afueras y la vaca en misa.
Nos ha dejado muy atrás, si así se considera, a los jóvenes pedantuelos que aprendíamos de ella y nos amamantábamos de una sabiduría tradicional que no iba a ser la nuestra. Hoy, muy generosa, nos recuerda en cada encuentro aquellos días de vino popular y rosas baratas. No tiene inconveniente en contarnos lo que le pasó, pero de todo ello nace una madre coraje que dejó tal coraje en los teatros de Madrid y se puso a predicar la verdad de una campesina que iba para señorita bien y que ya, hoy, se atreve a vestir con la vicepresidenta, porque sabe que toda moda transita y que variando se acierta con la proyección en pleno desvarío.
Esperanza es una posmoderna frente a las socialistas singulares y una señorita Bardem que no se queda atrás en ninguna manifestación y adelanta su coraje hacia los cementerios del socialismo y las timideces del comunismo arrepentido. No toda la obra de Esperanza es obra política, sino que predomina la obra social que de momento no tiene color partidista ni tendencias viciosas o nacionalistas con reparos.
Ultimamente hemos visto caricaturas intelectuales de Esperanza Aguirre. Esto significa que tiene mucho papel vendido en las elecciones y la intelectualidad principia a inquietarse con la provincianita de mal gusto que hoy ha mejorado no sólo ese gusto sino también el disgusto. Nos van a obligar a ser conservadores y consentidos en el caso de la niña Espe, y todo eso sólo para no ceder el viejo naipe ante la presencia naturista y naturalista de niña Espe. No se puede seguir haciendo chistes intelectuales con la chica/Telva sino acompañarla hasta el último kilómetro de su andadura, allí donde se confunde con la masa periférica que no organiza manifestaciones estériles porque la manifestación cabe en un huertecillo con cuatro rosas del cine de barrio y cuatro verdades que están ya en el presupuesto.
Es una triste verdad que debemos hacer verdadera. Es un momento máximo del desarrollo español, pero en constante peligro de que se quede ahí pues lo que no progresa no es progreso y el progreso teórico es de otros partidos que saben venderlo mejor.
Uno nació socialista, qué le vamos a hacer, pero la chica Espe nació de derechas de toda la vida y sólo hay que pasarse por Gobernación para observar las tertulias II República en que se mueve Esperanza.
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