A Robert William Pickton le juzgan por matar a 49 prostitutas. Y él lo lamenta. Porque le habría gustado matar una más para así tener 50 cadáveres a sus espaldas, una cifra redonda. Así se lo contó a un policía que se hizo pasar por compañero de celda en la cárcel. Cuando el agente camuflado le dijo que él iba a ser juzgado por un intento de asesinato, Pickton se rió. «Eso no es nada. Yo maté a cinco-cero, ¡50! Bueno, sólo tenía que haber hecho una más. Pero me hice un descuidado, y cavé mi propia tumba».
Ahora, Pickton está siendo juzgado por 26 de esas muertes en New Westminster, en la provincia canadiense de la Columbia británica. Va a ser el proceso judicial más macabro de los 129 años de Historia de Canadá como país independiente. Como dijo uno de los magistrados del caso, los miembros del jurado deben estar preparados para oír detalles «tan horrorosos como una película de terror».
Pickton se ha declarado no culpable de las seis muertes que forman la primera tanda de las acusaciones en su contra. Pero el fiscal del caso, Derrill Prevett, sostiene que podrá demostrar sin ningún problema que el procesado asesinó a las seis mujeres, las troceó e hizo desaparecer sus restos.
Para ello se sirvió de su trabajo como criador de cerdos, que le dio los conocimientos y las herramientas para descuartizar con macabra precisión a sus víctimas. En numerosos casos, los cadáveres, debidamente troceados, fueron dados como alimento a sus cerdos, que luego fueron vendidos en los mercados locales.
La habilidad de Pickton para hacer desaparecer los restos humanos es tal que aún quedan dudas sobre la cifra exacta de asesinatos que cometió. En total, en el periodo 1996-2002, en el que Pickton realizó sus matanzas, desaparecieron 60 mujeres en el barrio de Downtown Eastside, en el que él buscaba a sus víctimas. Es la zona más peligrosa de la ciudad de Vancouver, un gueto que tiene la tasa de personas infectadas con el virus del sida más alta de Occidente, y está asolado por prostitutas, alcohólicos -muchos de ellos, aborígenes- y adictos a la metanfetamina, la droga de moda en el Medio Oeste de EEUU y Canadá.
Willie Pickton era un asesino sofisticado. Antes de empezar a matar mujeres, fundó, con su hermano David, la ONG Sociedad de las Fiestas del Palacio del Cerdito, para «coordinar, gestionar y operar eventos (...) para organizaciones, clubes deportivos y otros grupos de interés». Esos eventos se celebraban en un edificio de su granja llamado El Palacio del Cerdito, y eran «fiestas con alcohol y drogas en las que el entretenimiento corría a cargo de un grupo siempre cambiante de prostitutas de Downtown Eastside». Probablemente Pickton conocía a sus futuras víctimas en esas bacanales. La policía le descubrió por casualidad.
El 5 de febrero de 2002 los agentes registraron su caravana en busca de armas de fuego sin licencia. Allí encontraron una bolsa ensangrentada con un inhalador para el asma que había pertenecido a Sereena Abotay, una mujer de 30 años que desapareció en 2001. «Si hubiera limpiado la sangre, nunca me habrían pillado», ha dicho Pickton, que parece tener rasgos psicopáticos por su incapacidad para sentir pena o solidaridad con sus víctimas.
Esa impresión parece confirmada por el testimonio de Thomas Loudamy, un individuo de 27 años que parece casi tan chiflado como Pickton, aunque en su caso su locura consiste en adoptar personalidades ficticias y escribir a asesinos que están en la cárcel. Loudamy ha declarado que ha mantenido un intercambio epistolar con el asesino, haciéndose pasar por una mujer «sin suerte». En las cartas, Pickton expresa su preocupación por los costes financieros de la investigación, algo comprensible, dado que escondió tan bien los restos de sus víctimas que, tras haberse gastado cientos de miles de dólares en excavar su granja, la policía aún no sabe con exactitud cuántas mujeres están allí enterradas.
La policía examinó la casa y halló un revólver del calibre 22 con un vibrador pegado al cañón, con el que aparentemente Pickton mató a varias mujeres, aunque hay indicios de que algunas pudieron ser devoradas vivas por su mascota, un jabalí de 300 kilos. Pero lo peor estaba en la nevera: dos grandes bolsas, cada una con una cabeza, cortada por la mitad de arriba a abajo, dos manos y dos pies. Así fue como la carrera criminal de Pickton llegó a su fin. Aunque él todavía sigue sin sentir remordimiento. Como ha dicho a los fiscales: «Me ponen como si fuera un asesino en masa peor de lo que soy».
LO DICHO Y HECHO
«Me están poniendo como un asesino en masa, peor de lo que soy»
1950: Nace en Port Coquitlam en la Columbia británica (Canadá). 1996: Crea la Sociedad de Fiestas del Palacio del Cerdito y empieza a cometer sus primeros asesinatos confirmados, aunque algunas investigaciones sostienen que había empezado en 1991. 1997: Arrestado por el intento de asesinato de una prostituta, aunque pronto se retiran los cargos. 2002: La policía lo detiene. 2006: Comienza el juicio más macabro de la Historia de Canadá.