Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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El Barça nada en la vulgaridad
EL EQUIPO DE RIJKAARD SOLO LOGRA UN EMPATE FRENTE AL BETIS EN LA CITA APLAZADA POR EL MUNDIALITO DE CLUBES ROBERT ADELANTO A LOS VERDIBLANCOS, QUE TODAVIA NO SALEN DEL DESCENSO MARQUEZ EMPATO TRAS REMATAR UN CORNER
ANTONIO FÉLIX

BETIS 1

BARCELONA 1

RUIZ DE LOPERA. LLENO.

Arbitro: Undiano Mallenco

Tarjetas amarillas: Motta, Deco, Gio, Robert, Márquez, Vega.

Goles: 1-0: Robert (min. 36). 1-1: Márquez (min. 60).

SEVILLA.- Quienes pretenden ver el fútbol como una ciencia exacta argumentan que el Barcelona pasa por un pico bajo de rendimiento.Puede ser. Otros dicen que su pereza se debe a la nostalgia de sus jugadores diferentes, de Messi y Eto'o, de Deco y Ronaldinho, sobre todo de Ronaldinho. Tal vez. El caso es que el Barça está tieso, que el campeón languidece.

Queda por ver si su vulgarización es pasajera o un síntoma de caducidad. Tras lo visto ayer, hay razones para la alarma. El mejor equipo del mundo, el más alegre y dinámico, se ha convertido en la apoteosis de la pereza. Su hibernación quedó reflejada en el gol del Betis. Assunçao lanzó un córner, Nano se elevó sobre Oleguer en el segundo palo y Robert remachó solo en el otro lado. Los defensas azulgranas observaron toda la jugada con una pachorra escandalosa, la misma que le recriminó tan sonoramente hace unos días su afición, que desde luego sabe lo que se pita.

Al Barça le metió mano un Betis que no conoce nada de picos, porque lo suyo es una caída en picado. Sus dirigentes le empujaron al abismo en la pretemporada y ni Javier Irureta, primero, ni Luis Fernández, ahora, han sabido abrirle el paracaídas. Ayer, el Betis apenas mejoró su aspecto lastimero, pero aprovechó la sorprendente sumisión barcelonista para lavar un poco sus heridas.

Lento. A los verdiblancos les bastó un encuentro ramplón para sacar tajada ante un Barcelona frío y sin pulso, cadavérico.Los azulgrana llevaron al extremo una forma de jugar, calculada y maquinal, a la que se han venido mal acostumbrando. Se trata, en definitiva, de ganar desgastándose lo mínimo. Lo de ayer rozó la querella. Sobre todo en la primera parte, agotada con una lentitud exasperante.

Pese a la inclusión de Deco e Iniesta, el balón no fluyó por los pies del Barça, que dio tiempo siempre a que el Betis levantara el muro por detrás de mediocampo. Pese a la ligereza de la presión, pese a la apertura del candado del centro, el partido decayó en un sopor inaguantable. Y nadie acudió a rescatarlo. No, desde luego, Ronaldinho, que sigue pasando de puntillas por la Liga, reiterando el sospechoso papel que protagonizó en el pasado Mundial.El brasileño sigue jugando al paso. Ni desmarca, ni regatea ni se va. Le queda su pegada, su capacidad de intimidación y la promesa de que, en los grandes días, estará de cuerpo entero y en primera línea del frente. Pero en otros tal vez también debiera darnos algo más.

Obligado por el gol del Betis, Ronaldinho y su tropa se implicaron un pelín más en el segundo tiempo. Enseguida encontraron mucho premio a su leve ardor, cuando el Betis decidió devolverles el favor y regalar el empate. Eso, como tantas otras cosas, no las ha corregido Luis Fernández, pese a los asombrosos experimentos que inventa cada jornada. Ayer probó una defensa con Nano y Melli y un nuevo interior zurdo, Fernando. Los resultados globales volvieron a ser decepcionantes. La sensación imperante es que se sigue en el mismo punto que con Irureta.

Con los regalos defensivos, pues, se siguen contando. Como sucedió hace unos días con el Racing, el Betis convirtió en gol una jugada intrascendente. En gol para el rival, se entiende. Deco sacó un córner al palo corto y Doblas se trago el previsible remate peinado por Márquez. La gente miró a Doblas con recelo. Los porteros son otra fuente de disgustos para el machote Fernández, que ya ríe muy poco y que hasta se encaró con la afición.

El gol conllevó el relevo de Gudjonhsen por Saviola, que se marchó de vacío ante uno de sus rivales favoritos. Al argentino no le benefició coincidir con la fase más plana de su equipo, pero tampoco logró fabricarse ninguna de las jugadas que se le suponen a los futbolistas diferentes. Rijkaard, en cualquier lugar, volvió a evidenciar que no le va a pasar una. Y Saviola se marchó preguntándose qué habrá hecho él para encandilar tanto a los aficionados y tan poco a los entrenadores. Al menos a sus dos últimos.

La segunda parte, algo más intensa e casi igual de infumable que la primera, trajo la lesión de Arzu y una remate final de Dani que no entró de milagro. Y trajo, sobre todo, la convicción de que los dos equipos sufren una caraja del copón.

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