Estamos, pues, ante una auténtica restitución, que a la vez nos permite apreciar mejor, en su contexto histórico, la importancia de este libro maravilloso y ejemplar, el segundo ensayo de Octavio Paz, quien en 1950 había ya publicado El laberinto de la soledad, su profundo y deslumbrante análisis de la condición y el ser de México. El gran poeta se consagraba así, también, como un gran prosista. La edición se enriquece, además, con la carta, entusiasta, que Julio Cortázar le envió tras su lectura, fechada el 31 de julio de 1956, en la que señala que «desde el principio al final, El arco y la lira es un avance en riqueza, en hondura y en belleza». Y con otra del gran filósofo español, José Gaos, quien, además de pronosticarle la concesión del Premio Nobel, le dice a Paz que esos dos libros no habrían podido ser escritos sino por alguien «en quien se conjugaran un poeta, un filósofo y un erudito, los tres de primer orden».

Esta edición facsimilar permite apreciar el impacto de la filosofía existencial, y muy en concreto de Heidegger, cuyo libro Ser y tiempo había sido publicado en 1951, en México, traducido precisamente por José Gaos. El título del libro alude a un fragmento del filósofo presocrático Heráclito de Éfeso (544-484 a.C.) en el que se habla de una «armonía contrastante como en el arco y la lira», atributos ambos de Apolo, el dios griego de la poesía. Octavio Paz, con esa fuerza para crear imágenes que le caracteriza, identifica la lira y el arco, a la vez, con la poesía y con el hombre mismo: «La lira que consagra y canta al hombre y así le da un puesto en el cosmos; la flecha, que lo hace ir más allá de sí mismo y realizarse en el acto».

Escrito en una prosa luminosa, capaz de hacer fluir la teoría sin abandonar en ningún momento la búsqueda de la expresividad creativa en la escritura, El arco y la lira es uno de los libros de teoría poética más importantes de los tiempos modernos. En una construcción minuciosa, Octavio Paz desgrana los elementos que configuran el poema, «vía de acceso al tiempo puro», los que hacen de la poesía un «acto libre», un «ejercicio de la libertad», hasta llevarnos a comprender que precisamente en la poesía se cifra la posibilidad decisiva de una regeneración de la historia humana. Aquí está ya todo Paz: un programa poético, y por ello histórico, de puesta en obra de la libertad.