Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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Ventura Pons filma una historia de iniciación y naipes en 'La vida abismal'
LUIS ALEMANY

MADRID.- Veloces travellings de 360 grados, esmoquins blancos de solapas gigantes, monumentales partidas de póker, chulos de barrio, fachas de provincias, whisky Dyc, prostitutas obesas y una letanía jazzística que inyecta ritmo a la película... ¿De verdad que ése es el aspecto de lo nuevo de Ventura Pons?

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Pues sí. La vida abismal (estreno el viernes), el nuevo filme del cineasta barcelonés, es una historia frenética que retrata la vida y la muerte de El Chino, un tahúr de los arrabales de Valencia en los últimos años del franquismo. Sus desventuras transcurren a veces con maneras de noir afrancesado y, a veces, con aires de blaxploitation. Y, sin embargo, la película lleva marca de la casa Pons.

«Esta historia», explica el director, «me interesó porque habla de la amistad, de la iniciación a la vida, de la muerte y la autodestrucción». O sea, tres temas recurrentes en la cinematografía del autor de Ocaña, retrato intermitente. A Pons, el alimento le viene esta vez de las páginas de una novela, La vida en el abismo, del valenciano Ferran Torrent. Fue allí donde nació El Chino -El Roget en la novela-, un jugador kamikaze, aficionado al doble o nada en los casinos y en la vida. Un tipo que recita versos de amor ridículos antes de descubrir una jugada ganadora igual que estafa a los bancos. Es decir: el papel perfecto para un actor con las facciones y el deje pendenciero de Oscar Jaenada.

«Descubrí a Oscar en un pase de Camarón y me quedé sin palabras», recuerda Pons. «Tenía que ser él». Y él, Jaenada en persona, sentado a su lado, enjoyado y bigotudo como un buen tahúr, esboza su sonrisa de canalla. «El Chino es un perdedor, por mucho que gane partidas a lo largo de la película. Es incapaz de conservar nada; corre y corre hacia su destrucción», explicó el actor.

Ese viaje al abismo tiene un testigo en Ferran (José Sospedra), el clásico chico inocente y melancólico de las historias de iniciación, al que le arrasa un vendaval de vida. Ahora quiere ligar sin pagar, proclama tras toparse con una turista francesa «guapa, culta y liberada». Él mismo, 30 años después, intenta dar sentido a la historia. «¿Me inventé el personaje para escapar de ese mundo?», se pregunta el Ferran adulto, interpretado por Antonio Valero.

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