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El chantaje se ha vuelto respetable (Robert G. Menzies) |
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TENIS / Abierto de Australia |
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González desata una tormenta |
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ALCANZA LAS SEMIFINALES TRAS ARROLLAR A NADAL «NO ESTABA AL CIEN POR CIEN; NO PODIA CORRER», COMENTO EL JUGADOR ESPAÑOL |
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Fernando González, 26 años, Santiago de Chile, siete títulos de la ATP, bronce en Atenas 2004, una final de Master Series, nunca antes entre los cuatro mejores en un torneo del Grand Slam, es el gran nombre de este Abierto de Australia. Tal vez el desenlace sea el acostumbrado en tiempos de hegemonía casi absoluta de Roger Federer, pero, al igual que la edición de 2005 supuso el revivir de Marat Safin, a la postre campeón, la presente será recordada por el despegue de este poderoso pegador que ha encontrado la armonía y la templanza al lado de Larry Stefanki, el técnico que llevó a la final en Melbourne a su compatriota Marcelo Ríos en 1998 y al título al ruso Yevgeny Kafelnikov un año después. Su victoria contra Rafael Nadal ratifica de manera soberbia la extraordinaria tarjeta que viene exhibiendo en el primer major de la temporada.
González venía de eliminar a James Blake, quinto del mundo, y, con anterioridad a Lleyton Hewitt, el decadente ídolo local. Venía también de realizar un excelente fin de curso en 2006, con final en Madrid, Basilea y Viena, que le mantuvo rondando la Copa Masters, el torneo que reúne a los ocho mejores de la temporada. Venía siendo el jugador que puede llegar a ser. Al lado de su nuevo entrenador ha perdido ocho kilos y ha realizado serios ajustes en su juego. Ya no es un tenista suicida, carente de contención, sino un hombre lúcido, con una apropiada selección de golpes. Digamos que no ha añadido nada específico, pues siempre fue grande su potencial. El mayor problema era la tendencia en exceso, el poder de autodestrucción, la paradójica inercia a la hora de dilapidar sus virtudes y convertirlas en armas del enemigo.
Rafael Nadal, al parecer por debajo de su máximo rendimiento físico, según manifestó en la rueda de prensa posterior al partido y dejó ver pidiendo la atención del fisioterapeuta con dos sets abajo y 2-1 en su contra en el tercero, tuvo poco que decir en el encuentro de ayer, en la primera derrota en tres sets en un grande desde que cayese contra Andy Roddick en la segunda ronda del Abierto de Estados Unidos de 2004.
«No quiero desmerecer la victoria de Fernando porque nunca pongo excusas cuando pierdo, pero cuando me levanté hoy [por ayer] me dolía mucho el glúteo y el isquiotibial izquierdo y me pusieron Voltarem en crema, pero durante el partido me sentía bastante mal de la pierna, no estaba al cien por cien y no podía correr», arguyó el manacorense, que se convierte en duda para la eliminatoria de Copa Davis contra Suiza, en Ginebra, del 8 al 10 de febrero. «Quiero jugar. Es mi meta. Quiero estar al cien por cien. Jugar para tu país es siempre especial».
Nadal se retiró por precaución en la primera ronda de Sydney, una semana antes del Abierto de Australia, debido a una contractura muscular en el abductor. El pasado miércoles concluyó cerca de las dos de la madrugada de Melbourne su monumental batalla de cuatro horas contra Andy Murray.
La eliminación, tras presentarse por primera vez en los cuartos de Melbourne, donde el pasado año no jugó por lesión, le mantiene ajeno a las semifinales de los torneos importantes (léase Grand Slam y Masters Series) desde que disputó el título de Wimbledon a Roger Federer, el pasado julio. Las semifinales de Chennai, en las que cayó contra el belga Malisse, son su mejor cosecha.
González discutió educadamente la argumentación de su rival: «En ningún momento vi que no corriera una pelota. Si hubiera sabido que estaba lesionado le habría jugado puntos más largos». Lo cierto es que el chileno, que no cedió el servicio en todo el encuentro, dominó incluso los intercambios dilatados; hasta hizo suyo el más extenso, 22 golpes, antes de lograr la ruptura definitiva, en el quinto juego del tercer parcial.
No es sólo una magnífica derecha, sino un servicio contundente y certero, que acostumbró a abrir hasta sacar a Nadal de la cancha, y un revés cortado que le permitió defenderse con holgura en los escasos momentos en que el bicampeón de Roland Garros tomó la iniciativa. Hizo suyo el partido, en exclusiva y sin derecho a réplica.
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