Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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Libertad con secuela
Varios 'grapos' fueron excarcelados tras enfermar por su huelga de hambre
R. J. A.

MADRID.- Aquel pulso grapero contra el Estado se llevó varias vidas y dejó otras marcadas, muescas en la vista, la sangre, las articulaciones o la libertad... de movimientos. Esclerosis, ceguera o parálisis fueron algunos de los precios del hambre que se pagaron con alrededor de una decena de excarcelaciones. Como las que la ley obliga con cualquier recluso que enferma.

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Muchos de los miembros de los Grapo que entre 1990 y 1991 blandieron una huelga de hambre desde las cárceles contra la política de dispersión superaron el ayuno sin demasiados problemas de salud. Sin embargo, otros arrastraron complicaciones, contrajeron enfermedades y lo único que salvaron fue la vida.

Cuando acabaron la huelga de hambre, sus cuerpos empezaron a pasarles factura para siempre. Durante algún tiempo, siguieron en prisión doblemente, ellos y sus enfermedades.

Así que el Estado decidió tirar de ley. Personas que por entonces trabajaban en los intestinos del Ministerio del Interior cuentan hoy que las excarcelaciones no se produjeron por la presión de la huelga de hambre, sino que llegaron tras un análisis «individual» de cada enfermedad.

«La excarcelación se producía por la suma de las condiciones físicas y las penitenciarias y era una decisión que se tomaba independientemente de las razones que habían provocado el estado de salud. Como pasa habitualmente con los presos que tienen, por ejemplo, sida. Con los miembros de los Grapo, como con los otros presos enfermos, un tribunal médico examinó cada caso y decidió en consecuencia. Ni siquiera se excarceló a la vez. Algunos salieron varios años después de terminar su huelga de hambre».

El nombre más famoso de aquella secuela en libertad es el de Sebastián Rodríguez. Chano había sido condenado a 84 años de prisión por su participación en el asesinato del empresario andaluz Rafael Padura.

En 1990 inició la huelga de hambre junto a sus compañeros de los Grapo y la mantuvo durante 432 días. Aquella negación de alimento y bebida le provocó una parálisis de cintura para abajo, una situación que no presentaba cuando ingresó en prisión.

Un tiempo después de la huelga fue excarcelado y se convirtió en un deportista paralímpico de elite, con un puñado internacional de medallas de oro y récords de hambre para su currículo.

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