Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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 MADRID
Precampaña
La alegría va por barrios
La filtración de la lista empaña la primera visita de Miguel Sebastián a Centro
I. LONGHI-BRACAGLIA

Organizar un acto de precampaña de un candidato el mismo día en que se ultima la negociación de su lista electoral entraña riesgos evidentes de desconcentración del protagonista. Si, además, como sucedió ayer, una filtración sorprende al propio y frustra el tiempo matinal que debía ser de calma, pasa que la ruta comienza a dar saltos entre los objetivos ciudadanos y los objetivos políticos. El resultado: Miguel Sebastián pegado al móvil con cara de enojo, Miguel Sebastián con sonrisa y así sucesivamente en función del momento.

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Y fueron muchos momentos porque arrancaba la campaña por barrios y le habían preparado al candidato del PSOE a alcalde de Madrid un recorrido de cuatro horas. Embajadores, Lavapiés y La Latina, pleno centro de Madrid, allí donde se concentran los contrastes de una ciudad cosmopolita con estampas más propias del tercer mundo.

Anda Sebastián en estos días (y durante mes y medio según su calendario electoral) en busca de sugerencias de los vecinos, poniendo buzones para recogerlas y extendiendo la mano para saludar a cuantos se acercan a desearle suerte o a pedirle algo. Y todo fue bien, hasta que después de la segunda parada de la visita se difundió el nombre de su número dos: la subdelegada del Gobierno en Madrid, Pilar Gallego.

Él se había esforzado durante la víspera en mantener en el máximo secreto su elección, con la determinación de que no se conociera hasta después de que el Comité Ejecutivo Regional del PSM aprobara la candidatura en la tarde de ayer. No lo consiguió. Alguien habló antes de tiempo, le mudó el gesto, se sintió traicionado y así fue cómo de pronto y sin estar previsto se adelantó lo que tenía que ser una sorpresa vespertina: los nombres de las nuevas incorporaciones a la lista del PSOE.

Eso calmó los ánimos informativos, pero no los del candidato, con el móvil echando humo. Y a cada timbre, la sonrisa borrada.

Aun así, en medio dio tiempo a algunas escenas curiosas. Como en la primera parada con la Asociación de Madres y Padres del colegio público Emilio Pardo Bazán. El centro apuntalado por peligro de derrumbe detrás, delante varias madres de los alumnos indignadas con el Ayuntamiento y el candidato con el teléfono encendido, esta vez para hacer una prueba. Intentaba descubrir lo que los padres no han podido averiguar, cuándo terminarán las obras del colegio, y llamó al concejal de Centro, Luis Asúa.

La respuesta tampoco fue certeza para el alcaldable. «Estaba previsto que terminaran en diciembre, pero queremos adelantarlo a septiembre, aunque no te puedo confirmar nada hasta que tenga el informe de los técnicos. Posiblemente a finales de esta semana. Yo te llamo. Y que tengas mucha suerte», se ventiló la cuestión el concejal.

Más: rumbo a las infraviviendas, el submundo que se cae a cachos tras las fachadas de edificios que harían las delicias de las promotoras. Conoció Sebastián a Luisa y su casa, menos de nueve metros cuadrados en la calle de Huerta Bayo, 8 por los que paga 250 euros al mes. La vida de Luisa y su hijo de tres años en cajas apiladas sobre la cama de arriba de una litera. La de abajo, su hogar, su único y pobre confort.

Muy cerca, la casa de Jacinta, una mujer que comparte morada con un pato, una gallina, cuatro perros e incontables pájaros, en la misma corrala apuntalada. «Y como éstas hay 3.000 infraviviendas en el centro de Madrid», denuncia el candidato, con las hileras de ropa tendida sobre su cabeza. Incursión sin tregua en lo que aspira a arreglar, en lo que promete atajar si llega a alcalde, que el lo da por hecho y muchos de los que se le saludan también. «Hola alcalde», le dicen. «Suerte alcalde».

Y hasta que le va a votar le confiesa alguna dama con el pelo lleno de tinte y 80 primaveras en el cuerpo, que aprovecha el paso de Sebastián por la peluquería del centro de mayores de Embajadores. La tercera edad, eje reiterado por el candidato para su campaña.

Final de trayecto, en la piscina de La Latina, recuerdo de viejos tiempos para acabar con una sonrisa: «Aquí hice el curso de buceo en 1989 y no tengo que hacer mucha memoria porque veo que no ha mejorado nada».

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