Y es que, según advirtió el concejal de Movilidad, Pedro Calvo, en el centro de la ciudad, en un día laborable, hay un coche mal aparcado cada 100 metros. Concretamente «1,01 vehículos cada 100 metros de vial y sentido de circulación». Además, el 40% de estos infractores conducía una furgoneta o un coche comercial.

Según los cálculos del informe publicado en la nueva revista Movilidad y eficacia económica, presentada ayer, y que pone en valor el sistema de control del Ayuntamiento, el mal aparcamiento en las calles de la capital se traga también 38.500 litros en un día laborable, un 4,6% más del que se consumiría si todo el mundo dejara su vehículo en un lugar permitido. En euros, nueve millones al año extra que repercute en los bolsillos de todos los madrileños.

El Consistorio asegura que gracias a la «función sancionadora, disuasoria y preventiva de los agentes municipales, la grúa y los vigilantes del SER se ahorra, al año, un mínimo de 341 millones de euros». De ahí que el informe venga a abalar la labor de los controladores de los parquímetros y de los agentes de Movilidad, el modelo de lucha contra la indisciplina que ha creado el Gobierno municipal.

Aunque el dato económico es el más llamativo, el estudio no sólo habla de las horas que se pierden, sino también de cómo afecta esta forma de actuar en el gasto de los carburantes, el ruido, la contaminación atmosférica o el cambio climático. «Si no hubiera ninguna gestión de la indisciplina el coste para el Ayuntamiento se cuadruplicaría y alcanzaría los 411 millones de euros», insistió Pedro Calvo.

Pero, según esta proyección, los datos podrían ser peores. El Consistorio insiste en que el no respeto a las normas de estacionamiento podría obligar a los conductores a incrementar el tiempo que pasan en el coche dando vueltas o esperando para poder salir en un 46%.

«Sin el sistema de vigilancia actual, las demoras ascenderían a casi 145.000 horas diarias en los desplazamientos efectuados en un día laborable», aclaran fuentes de Movilidad.

«Uso abusivo»

En total, por las calles de Madrid circula cada día un millón de coches, un uso «abusivo» del vehículo privado, según los responsables municipales, que es considerado por los madrileños como «una grave agresión a la vida urbana, que transforma negativamente la forma de usar la ciudad, a la vez que la congestión es causa directa de una serie de costes perfectamente cuantificables para nuestra ciudad».

Calvo adelantó algunas de las propuestas que reducirían el uso del transporte privado como «una planificación urbanística que no favorezca el abuso del coche; ofrecer al ciudadano alternativas al vehículo privado, y disuadir sobre la costumbre de los estacionamientos irregulares, que restan funcionalidad a la calle, provocan mayor inseguridad viaria y reducen el nivel de confort de los ciudadanos en el uso del espacio público».

A pesar de todo, el concejal reconoció «la fuerte resistencia a renunciar al vehículo privado» por parte de los madrileños y lo que cuesta «modificar esta conducta».