Daniel tiene 10 años. En su casa no tiene ordenador pero en la escuela, desde que está la Cibercaixa, el ratón se ha convertido en su compañero de estudios, de juego y hasta en su teléfono cibernético si le añadimos el teclado.
Daniel pasa sus ratos en la nueva clase de ordenadores que se ha abierto en su colegio, el C. P. La Guindalera. El centro ya tenía una, «pero ésta es mucho mejor», aclara Celia, su compañera de teclado. La mejora les ha venido por participar en el programa Quedamos a salir de clase que ha puesto en marcha el Ayuntamiento y La Caixa, en un cole por distrito.
«En la primera encuesta sobre la familia que hicimos en Madrid, salió que una de las principales preocupaciones de los padres y de las madres es qué hacen sus hijos cuando no están», explicaba ayer la concejala de Servicios a la Ciudadanía, Ana Botella.
Cada vez es más habitual encontrarse a la salida de los colegios los llamados niños-llave, estudiantes que están solos en sus casas hasta que llega un adulto del trabajo, horas después de acabar el cole. «En el mejor de los casos, están con la televisión. Si no, la única opción es la calle y eso es algo que una administración tiene que solucionar», advertió Botella.
De este cóctel de circunstancias nace Quedamos al salir de clase. El programa incluye la apertura de un cole por distrito, al que podrán acudir 630 niños de entre tres y 12 años, que no pueden ser atendidos por su familia después del horario escolar. «Se trata de suplir a la familia en el caso de que no puedan hacerse cargo de sus hijos, no para que los niños estén el máximo tiempo en el colegio», aclaró la edil.
De hecho, el programa no pretende que los pequeños estén en clase encerrados o con más actividades extraescolares. La idea, que ya está funcionando en 19 de los 21 distritos, es que jueguen, se diviertan, hagan los deberes y merienden. Como en casa, pero con unos cuidadores y en un aula, hasta que lleguen sus padres a recogerlos, no más tarde de las ocho.
«Ya está cubierto el 70 o el 80% de las plazas. Pero la idea es ir aumentándolas en un futuro, según las necesidades».
Y las necesidades son muy grandes en un tiempo en que conciliación laboral y familiar es casi un milagro. Por eso, no quieren admitir a ningún niño que no cumpla ese requisito: «que nadie de su familia pueda ocuparse de él».
Además, buscan la implicación de los padres en la realización de alguna actividad conjunta y garantizan que, en algunos casos en los que también se trate de familias desestructuradas, el alumno tome una merienda en condiciones.
Pero el tiempo de juego puede estar unido a las nuevas tecnologías. Ahí se sitúa la colaboración de La Caixa, que firmó ayer un acuerdo por más de 1,7 millones de euros, para financiar la creación de las Cibercaixas. Estos espacios, uno por colegio del programa, tiene, además de seis ordenadores equipados con las últimas tecnologías, todo tipo de juegos didácticos y material en varios idiomas. Una televisión plana, un DVD y un equipo de música.
«A mí me gusta mucho el ordenador. En él juego, saco cosas para los trabajos y hablo con mis amigos por el messenger», explicaba Celia mientras buscaba en la Red los monumentos que hay en Londres por petición de su monitora.
Estos espacios son también una forma de integrar a los alumnos, sobre todo, si vienen de fuera: «No se trata de sacar a los niños de la calle, sino tenerlos en un ámbito y en una atmósfera adecuada y con cierto control», aseguraba el presidente de La Caixa, Ricardo Fornesa.