SILVIA GRIJALBA
La vida ya le había advertido (y cada vez lo hacía con más frecuencia) de que el paso del tiempo quita chispa, emoción y pasión a casi todo, especialmente a las relaciones sentimentales. Jorge era consciente de que después de ocho años de convivencia las escenas del tipo El cartero siempre llama dos veces era difícil que se repitieran, pero nunca imaginó que Paloma y él acabaran así, inventando excusas para no tocarse y pasando de hacer el amor a cumplir el deber marital. La culpa la había tenido el ginecólogo. Paloma, que estaba a un minuto de que se le pasara el arroz y de que el reloj biológico diera las campanadas, había ido al médico a decirle que habían decidido ser padres. Él, después de quitarle el diu, le dio una tabla para que supiera los días que debía tener relaciones sexuales y así optimizar las posibilidades de fecundación. A Jorge no le hacía especial ilusión lo de ser padre, pero veía a Paloma tan ilusionada que no se atrevía a contarle sus dudas.
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Después de ocho meses de tener que acostarse en los días señalados, Jorge empezó a notar que Paloma no paraba de poner excusas para no hacer el amor con él. Lo tenía claro. Su mujer, que odiaba los horarios y las imposiciones, estaba perdiendo el interés por el sexo, eso de ser una funcionaria en la cama no iba con ella.
El había oído hablar de algunos sex shop que tenían cosas para chicas. Así que fue a Amantis (Pelayo, 46). Nada de lo que vio le convencía. Cuando se marchaba, se fijó en una estantería donde había algunos juegos y le llamaron la atención. Eran una especie de Juego de la Oca pero con pruebas relacionadas con el sexo. Les echó un vistazo pero no se decidió. Al llegar a casa, entró en www.maesen.com y miró todos los juegos más detenidamente. Después de observar La Pirámide Prohibida, donde había pruebas como hacer un streaptease, se decidió por el Kamasutra. Cuando le llegó el paquete, tiró el calendario de la ovulación y extendió el juego en el salón, esperando a que Paloma llegara. Al verlo, Paloma, muy seria, le dijo la frase fatídica: «Jorge, tenemos que hablar». A Jorge le dio un vuelco al corazón, estaba claro, quería romper. Pero no, Paloma quería explicarle que se había dado cuenta de que no quería ser madre y que por eso evitaba hacer el amor con él, porque no sabía cómo decírselo y no quería quedarse embarazada. Aquella noche, sin ayuda del Kamasutra, hicieron el amor. Eso sí, aprovecharon el preservativo que venía con el juego.
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