E. M.
MADRID.-
Detroit, el cuartel general de los fabricantes estadounidenses de automóviles no acaba de tener claras las consecuencias que traerá la nueva política energética promovida por la Casa Blanca y anunciada por el presidente George Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión el pasado martes.
Con graves dificultades económicas, General Motors, Ford y Chrysler han presionado todo lo posible a la Casa Blanca y al Congreso para que las nuevas normativas sobre emisiones y eficiencia energética de los vehículos que circulan en el país no les perjudiquen.
Por esta razón, el discurso del Estado de la Unión, en el que el presidente Bush abogó por impulsar fuentes de energía alternativas como el etanol y reducir en un 20% el consumo nacional de gasolina para 2017 ha despertado recelos al ser interpretada como una respuesta ambigua a sus demandas.
El anunciado fomento del etanol cae en el lado positivo de su balanza, ya que es una de las medidas que los fabricantes de Detroit han solicitado repetidamente para hacer frente a la actual superioridad tecnológica de grupos foráneos como Toyota u Honda en el campo de los vehículos híbridos.
Sin embargo, los planes para reforzar la eficiencia energética de los automóviles han despertado tanta inquietud entre los fabricantes estadounidenses como satisfacción entre los asiáticos. El sistema empleado en EEUU para medir la eficiencia de un fabricante establece una media sobre la cantidad de combustible que emplean todos los vehículos de su gama para recorrer una milla (1,6 kilómetros). Mientras Honda alabó el interés de la Casa Blanca por combatir el calentamiento global, General Motors afirmó que se asegurará de que los cambios normativos -que exigirían recorrer 54,4 kilómetros con la misma cantidad de gasolina que se establece hoy para recorrer 43,2- son asumibles desde el punto de vista tecnológico y no limitan la libertad de elección de los consumidores.
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