Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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Una reconstrucción lenta
El pueblo libanés de Maroun al Rass continúa siendo un montón de ruinas cinco meses después de la guerra con Israel
ISABELLE DELLERBA. Liberation / EL MUNDO

MAROUN AL RASS (SUR DEL LIBANO).- La familia Farès vive en su antiguo gallinero, una minúscula pieza de muros de cemento sin ventanas ni agua corriente. Con una puerta llena de agujeros que deja entrar las borrascas de viento glacial. Pero el gallinero es el único bien que le queda desde que, una mañana de julio, un bombardeo del Ejército israelí redujo su casa de dos pisos a escombros.

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Cinco meses después del fin de las hostilidades, el pequeño pueblo de Maroun al Rass, desde el que se divisan las llanuras del norte del Estado hebreo, sigue siendo un campo de ruinas.

Sólo ha sido reconstruida la mezquita, gracias a las ayudas iraníes. A su alrededor, los habitantes, la mayoría de los cuales volvió unos días después de la entrada en vigor del alto al fuego, el pasado 14 de agosto, se hacinan como pueden en los escasos edificios que quedaron en pie, mientras esperan tener el dinero suficiente para recomenzar la reconstrucción de sus casas.

«Nos han dado 9.000 dólares los de Hizbulá, pero no es suficiente. Porque lo hemos perdido todo: la casa, el coche, las cosechas. Y nuestros campos están repletos de minas. ¿Qué vamos a hacer?», dice, desanimado, el benjamín de la familia. Un ciudadano kuwaití se comprometió ante el Estado a apoyar financieramente a los habitantes del pueblo, pero las sumas prometidas todavía no han llegado.

La reconstrucción del Líbano depende de una multitud de actores que, siguiendo la estela gubernamental, se repartieron la tarea y actúan con más o menos rapidez.

Entre ellos, personas privadas que han pagado la reconstrucción de numerosos puentes; Estados, que intervienen o bien directamente sobre el terreno o entregando contribuciones financieras; Hizbulá, que opera a través de su fundación Jihad al Binah; ONGs y, por último, varias organizaciones estatales libanesas.

En otro pueblo, Aytaroun, situado a dos kilómetros de la frontera israelí y donde más de la mitad de sus vecinos perdieron sus viviendas, es el propio Gobierno el que se encarga de una parte de la reconstrucción. El Consejo del Sur, que actúa en su nombre, ya ha entregado los cheques a los vecinos cuyas viviendas quedaron parcialmente destruidas.

Juntando las sumas ofrecidas por el Estado y por el Partido de Dios, prácticamente equivalentes, algunos vecinos ya casi han terminado de reconstruir sus casas. Aquellos cuyas viviendas quedaron totalmente destruidas necesitarán tener todavía un poco más de paciencia. «Un desastre como el que sufrió el Líbano no podrá borrarse ni superarse de la noche a la mañana. Los aparatos del Estado tienen que respetar un cierto número de reglas, lo cual retrasa el desarrollo de los trabajos», explica el ministro de Finanzas, Jihad Azzour.

También Qatar está presente en la reconstrucción del pueblo. La pequeña monarquía del Golfo, que desembolsa más de la cuarta parte de la ayuda internacional prometida en la conferencia de Estocolmo, es decir 900 millones de dólares en total, está invirtiendo especialmente en el sur del país. Con sus ayudas se han reconstruido ya tres pueblos y la gran ciudad de Bint Yebel, conocida como la capital de la resistencia.

«Todo el mundo ha cogido ya el dinero de Hizbulá, y Qatar ya ha pagado a más del 50% de los habitantes de la ciudad. Hay mucho dinero líquido en el mercado. Los comerciantes trabajan ya más que antes de la guerra», asegura el electricista Mahzen.

En Beirut, los trabajos de reconstrucción también se están desarrollando a buen ritmo. El Gobierno ya ha terminado de limpiar los escombros de las afueras. Jihad al Binah ha dado importantes sumas de dinero a todas las víctimas de los bombardeos (hasta 12.000 dólares por familia).

«Ya hemos entregado 150 millones de dólares. Estimamos que proseguir las operaciones de reconstrucción nos costará otros 150. Pero todo debería estar terminado dentro de dos años», prevé Bilal Naim, asesor del responsable del Consejo ejecutivo de Hizbulá. «Si el Estado no cumple con su papel, nosotros paliaremos sus carencias, como de costumbre. Pero que luego no se queje de que hay un Estado dentro del Estado».

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