¿Chivo expiatorio o voluntario en una misión políticamente suicida para salvar a sus jefes? La primera semana del juicio contra el ex jefe de gabinete del vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, no ha permitido aclarar esa pregunta. Pero sí ha puesto de manifiesto que el acusado, I. Lewis -alias patinete- Libby y el fiscal del caso, Patrick Fitzgerald, parecen decididos a llevarse por delante, o al propio Dick Cheney, o a la mano derecha de Bush, Karl Rove.
No está claro que lo consigan. Pero lo que sí están dejando claro es que la Administración Bush, a pesar de su imagen de lealtad y coordinación, es una especie de selva plagada de luchas fraticidas que se dirimen entre bastidores.
Los hechos: Libby está siendo juzgado por obstrucción a la justicia en el caso Plame, un escándalo que estalló en 2003 cuando Richard Armitage, el entonces subsecretario de Estado y mano derecha de Colin Powell, filtró a la prensa que Valerie Plame, la esposa del ex embajador Joseph Wilson, era una agente secreta de la CIA.
La Administración se vengaba así de las declaraciones de Wilson, que había denunciado la manipulación de las pruebas para ir a la guerra contra Sadam Husein, al acusarle, indirectamente, de tráfico de influencias en connivencia con su esposa.
Ahora Libby, que puede ser condenado a 30 años de cárcel, dice que él no era más que un chivo expiatorio para salvar a Karl Rove. «Libby tenía que ser sacrificado», ha declarado su abogado, Theodore Wells, uno de los letrados más famosos de Estados Unidos.
Con el sacrificio se salvaba a Karl Rove, el máximo asesor electoral de Bush y director de todas sus campañas electorales desde 1994. Para Wells, «tenía que ser protegido».
La estrategia de Wells es muy arriesgada. Porque ni Rove ni Bush destacan precisamente por su capacidad para perdonar y, como ayer señalaba The New York Times, si Libby y su letrado siguen echando la culpa a la Casa Blanca «amenazan con poner en peligro las posibilidades de un perdón presidencial si Libby es declarado culpable». Para sustentar sus acusaciones, Libby ha solicitado la desclasificación de una serie de documentos secretos.
Las declaraciones de Wells se han producido justo un día después de que Fitzgerald insinuara que Libby estaba cumpliendo con el papel de chivo expiatorio, pero no de Rove, sino del propio Dick Cheney. En un testimonio ambiguo, que contrastó con la precisión de sus cargos contra el ex colaborador de Cheney, Fitzgerald declaró que Libby había «eliminado» pruebas que involucraban al vicepresidente.
A todo esto, el verdadero causante de la filtración de la identidad de Plame -que en Estados Unidos es delito, dado que está prohibido desvelar la identidad de un agente secreto- Richard Armitage, vive felizmente sin ningún problema judicial a sus espaldas.