Jueves, 25 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6248.
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El despertar de la 'niña salvaje' camboyana
Rocham Pngieng camina erguida, come bien y comienza a interactuar
ROSA M. TRISTAN. Enviada especial

PHNOM PENH.- Rocham Pngieng, la mujer camboyana que desapareció hace 18 años en la jungla, vuelve a caminar erguida, come con normalidad y comienza a interactuar con las personas de su entorno. Así lo ha constatado el psicólogo español Héctor Rifá, que durante dos días ha convivido con ella y logrado que saliera de su ostracismo.

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Rifá ayer abandonaba el poblado de O'Yadaw, en la región de Ratanakiri, una vez comprobado que el estado de la joven comenzaba a mejorar. «Volveré en los próximos días un par de veces para hacer un seguimiento, pero ahora es la familia la que ha de acabar de integrarla en el grupo», explicaba en el coche que le llevaba de vuelta a Bang Lung, la capital de la provincia norteña de Ratanakiri.

Durante toda la jornada de ayer, Rifá no quitó el ojo de encima a Pngieng (en Camboya el apellido se escribe primero). Hasta el alejado poblado, este experto en metodología observacional de los pueblos indígenas, que trabaja para Psicólogos Sin Fronteras, había ido cargado de osos de peluche y un espejo.

Con el espejo quería lograr que Pngieng fijara la vista en algo concreto, lo que no hacía desde que fue encontrada, hace 10 días. «Primero empezó a mirarse y luego me metí yo en el espejo también, lo que facilitó que contacto visual entre ambos. Además, su boca, que había estado durante horas y horas cerrada con fuerza, comenzó a abrirse», explicaba a EL MUNDO.

El psicólogo español confirma que la mujer de la jungla habla un idioma, pero éste es diferente al de su familia, de la etnia de los phnong, y tampoco es el de los vecinos yarai, con los que él ha contactado en otras ocasiones.

«No podemos saber dónde ha estado todos estos años. Lo único claro es que tiene un problema de adaptación, un bloqueo del que va saliendo poco a poco. Pudo provocárselo la forma en la que fue capturada y por la situación vivida en los últimos días, con tanta gente alrededor. Lo importante ahora es que pueda interactuar socialmente con su familia y se ponga físicamente fuerte», aseguraba.

Desnutrida y débil

Rocham Pngieng se perdió en la jungla que rodea su casa con nueve años cuando pastoreaba el ganado de la familia. Y desaparecida anduvo hasta que el 13 de enero fue atrapada, a 40 kilómetros de su poblado, mientras robaba algo de comida. Estaba desnuda, sucia, con el pelo largo y andaba a gatas.

Quienes la encontraron aseguran que había un hombre con ella, que salió huyendo y al que supuestamente se está buscando. En realidad, es una misión imposible. La frondosidad de la selva en la zona es una barrera natural en la que no es complicado esconderse, y tampoco hay agentes dedicados a la tarea.

Al margen de su estado mental, la salud de Pngieng no es mala. Ayer, un asistente sanitario del Hospital Provincial de Bang Lung, a dos horas del poblado, le realizó un reconocimiento médico. No detectó nada grave. Ni malaria, ni infecciones. Sólo sufre desnutrición y una debilidad muscular extrema que, según Rifá, le hizo caminar doblada. Al comenzar a comer, su postura cambió y se irguió. El psicólogo pasó ayer toda la noche bajo la mosquitera en la casa de la familia para observarla y comprobar si trataba de huir, como había asegurado su hermano Rocham Kamphy. Pero nada de eso ocurrió. Durmió bien, abrazada a los osos de peluche.

No era la primera noche que Rifá pasaba en mitad del bosque con una familia de una de las minorías étnicas que se han refugiado en esa inaccesible zona de Camboya, al margen de la cultura de los jemeres, grupo mayorítario en el país. Hace cuatro años que Rifá, profesor en la Universidad de Oviedo, aterrizó en Camboya para investigar el comportamiento social en estos pueblos. Ahora, pasa seis meses al año en España y otros seis en este país del sudeste asiático.

Por ello, fue contactado por la presidenta de la ONG camboyana de Derechos Humanos Licadho, Kek Galabru, para que se hiciera cargo de este caso. «Realmente no sabíamos qué hacer con ella. Rifá es la persona más adecuada para tratarla», aseguró Galabru a este diario. Fue Rifá quien evitó que la trasladaran a un hospital, lo que podía haberla provocado un trauma mayor.


Puesto de salud en un recóndito poblado gracias a la ayuda asturiana

R. M. T.

Para llegar a la aldea de Tabov desde Bang Lung, en la provincia de Ratanakiri, hay que tragar mucho polvo rojo en una moto durante más de dos horas (en coche, son más por las malas condiciones del camino) y luego, en una estrecha canoa, remontar el río Seng Sang, cerca de Vietnam.

Allí viven los prou, una minoría étnica camboyana, y allí el psicólogo Héctor Rifá abrirá el 13 de febrero un puesto de salud, que ha financiado con ayuda de la Agencia de Cooperación de Asturias. Es el cuarto que logra sacar adelante Rifá en los tres últimos años en Ratanakiri, adonde llegó para investigar indígenas y se quedó para ayudarlos.

Y es que hasta Tabov no llega ningún médico. Ni a Nang ( de los jarai), ni a Talav (de los kachot) o a Koklak (de los kavet). Gracias a estos puestos de salud, miembros de cada etnia (de ambos sexos) reciben formación sanitaria para casos sencillos (malarias, diarreas, infecciones...) y derivan los graves a un centro de salud con más recursos. En total, sumando los de otras ONG, se han abierto 16 puestos en una provincia donde no había nada.

«La mortalidad es tremenda porque para ellos la enfermedad es castigo de los espíritus. Por ello pensé que lo mejor es que les convenza otro indígena que utiliza sus claves culturales». De hecho, Rifá visitó hace pocos días Tabov para ver cómo van las obras y, a la vez, concretar el sacrificio de un búfalo, imprescindible para que el flamante edificio obtenga su estatus social.

Para este año ha presentado un proyecto en Asturias que puede permitir dotar a sus puestos de salud con una instalación de radio, de forma que los casos graves se comuniquen a un médico desde este inhóspito y olvidado rincón del planeta.

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