Se ha declarado el estado de alerta en 10 comunidades... Bueno, ante el riesgo (o certeza) de nevadas. Pero el concepto y la noción de alerta hacen su trabajo. El miedo genera alerta y la alerta genera miedo.
Los estudios sobre la fisiología del miedo en animales y humanos -es decir, en animales en general- señalan que el miedo surge, gracias al instinto de supervivencia, ante la amenaza y el peligro, propiciando una reacción de alerta que favorece reacciones tendentes a la conservación de la vida.
Ahora bien, es palpable un incremento de la densidad de las situaciones de alerta, palabra que, utilizada habitualmente en el lenguaje oficial de la prevención, contribuye a un sentimiento creciente de que nuestras posiciones vitales están acechadas.
La ciencia y el conocimiento en general han extendido la conciencia y los mecanismos de la prevención y de la seguridad en múltiples terrenos, lo cual es de agradecer, pues, sin duda, en términos generales, ello contribuye a dotarnos de mayores garantías de supervivencia.
Sin embargo, la prevención y la seguridad, con la decisiva contribución de la información, pueden llevarnos a un estado no ya de alerta, sino de miedo permanente. Podríamos hacer la lista de las medidas preventivas y de seguridad que ya tomamos diariamente, y tal lista nos revelaría que, más que en un estado de alerta, vivimos en un estado de miedo.
La prevención puede evitar el lamento, como indica el refrán que me resisto a citar, pero la prevención, si bien lo miramos, ya es de por sí de lamentar, pues restringe nuestra libertad, sea presuntamente en nuestro beneficio. Y la libertad es alegría, en principio.
Deberíamos encontrar un sistema por el que alerta, prevención y seguridad no fueran, conscientemente o no, sinónimos de miedo, pues el miedo nos disminuye. Y el miedo aumenta la dimensión de quienes nos proponen la prevención y se ocupan de nuestra seguridad. Sea el Estado o quien sea.
No tenemos todavía mucha experiencia sobre el uso tranquilo y armónico de los conocimientos, científicos o no, que están estimulando nuestras medidas de prevención y seguridad. Deberíamos llegar a un automatismo en su aplicación -sin consecuencia de miedo- como el que tenemos al andar correctamente sin temor a tropezar o al ver y mirar correctamente sin miedo a chocar. Es decir, aprender a ver y andar por la vida sin miedo, aunque aplicando, sin dependencias, las pautas que pudiera indicar un instinto natural y tranquilo de supervivencia.
¿Y no estamos exagerando? ¿No estamos sobrevalorando ciertas amenazas, aunque, todo hay que decirlo, sea claro que desdeñamos otras? Nevadas. ¡Nacimos con las nevadas! ¿No se podría sustituir la palabra «alerta» por otra que no nos llevara a interiorizar el miedo por cualquier cosa? ¿Y llegará algún día en que noticia no sea sinónimo de excepción cargada de valores negativos, amedrentadores, desanimantes?