Nombre clave en esa edad dorada del cine mexicano que se prolonga desde mediados de los años 40 hasta comienzos de los 60, el productor Alfredo Ripstein sintió siempre una especial debilidad por llevar a la pantalla las novelas que más le interesaron en su experiencia como lector.
El crimen del padre Amaro (Carlos Herrera, 2002), la última de sus más de más de 100 producciones, es un ejemplo meridiano de esta inquietud. Tras leer el original de José María Eça de Queiroz a comienzos de los 70, tuvieron que pasar casi tres décadas antes de que se dieran las condiciones necesarias para filmar aquella crónica de la corrupción de un sacerdote, protagonizada por Gael García Bernal.
Fallecido el pasado sábado a consecuencia de un fallo respiratorio, Ripstein -además de a cineastas como Emilio Fernández, René Cardona o su propio hijo, Arturo Ripstein- contrató como guionistas a Carlos Fuentes, Max Aub o el mismo Gabriel García Márquez, entre otros prestigiosos escritores.
Hijo de un comerciante de origen polaco, Alfredo Ripstein abandonó junto a su familia el Estado de Chihuahua que le vio nacer para instalarse en México DF cuando sólo tenía cinco años. A la sazón, el pequeño ya era un aprendiz de cinéfilo que, según recordaría con el correr de los años, veía tres películas a la semana aprovechando las entradas que les mandaban a sus padres.
Pese a que su gran vocación siempre fue el cine, el joven Ripstein se hizo contable y, ya a finales de los años 30, ése fue su primer cometido en la Financiera Industrial Cinematográfica. «Los sábados iba a pagar a los técnicos y actores a los Estudios Plaza. Un día tuve la suerte de que el gerente de producción faltó y me mandaron a mí. Sentí que ya estaba realizado», declaró en una entrevista reciente. El zorro de Jalisco (1940), de José Benavides, fue su primera película como productor contratado.
Con el tiempo, Alfredo Ripstein pudo fundar su propia empresa, Alameda Films, con la que produjo su primera cinta como independiente: Cartas marcadas, dirigida por René Cardona en 1947, basada en un argumento de Ernesto Cortázar.
Recordado como un hombre afable por quienes le conocieron, a Ripstein le gustaba asistir a los rodajes con una caja de chocolatinas que repartía entre sus empleados, sin abandonar la filmación antes de haber dado un dulce y una afectuosa palmada en la espalda a todos ellos. Con García Márquez entró en contacto mediante su hijo Alfredo, uno de los primeros lectores del colombiano. Fue así como nació una de sus grandes películas, Tiempo de morir. Dirigida por Arturo Ripstein y escrita por García Márquez en colaboración con Carlos Fuentes, fue definida por la crítica como un pseudowestern.
Otras de las cintas claves de Ripstein fueron La maldición de la llorona (1961) de Rafael Baledón, El mundo de los vampiros (1960), de Alfonso Corona o Misterios de ultratumba (1958), de Fernando Méndez.
Tras un accidente sufrido a finales de los 70, se mantuvo alejado de toda actividad cinematográfica hasta 1993, en que regresó para producir Principio y fin, dirigida por su hijo.
Alfredo Ripstein, productor cinematográfico, nació el 10 de diciembre de 1906 en Parral (Chihuahua, México) y falleció en México DF el 20 de enero de 2007.
