Viernes, 26 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6249.
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GALERIA DE IMPRESCINDIBLES / PETER BOGDANOVICH
La caída del primero de la clase
Publica 'Las estrellas de Hollywood', sobre los grandes actores
MANUEL HIDALGO

El horrible asesinato de su novia, Dorothy Stratten, a cargo de su psicópata marido, Peter Snider, cambió para siempre la vida de Peter Bogdanovich un 17 de agosto de 1980. El niño prodigio, el joven deslumbrante, el director más permanentemente prometedor de la historia del cine norteamericano se convirtió en un superviviente malherido al que Hollywood empezó a cerrar puertas.

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Tras la separación de su esposa y madre de sus dos hijos, la directora artística Polly Platt, y la ruptura sentimental con la actriz Cybill Shepherd, un desorientado Bogdanovich conoció a Dorothy en una casa de Playboy. La preciosa muchacha, de 18 años, había sido elegida Chica del Año y quería ser actriz. Estaba casada. Comenzaron a salir juntos, Peter le dio un papel destacado en su estupenda comedia romántica crepuscular Todos rieron (1981) y, a un mes escaso de vivir juntos, el corroído marido de Dorothy la hizo caer en una trampa, la mató con una escopeta y se suicidó de un tiro en la cabeza. Los detalles del crimen, que me resisto a reproducir aquí, son espeluznantes. El marido sodomizó a Dorothy una vez muerta, por contar algo. Dice mucho del estado mental en el que quedó Bogdanovich el que, años después, se casara con Louise, la hermana pequeña de Dorothy -29 años más joven que él-, matrimonio que terminó en divorcio.

Bob Fosse hizo sobre el caso una película, Star 80 (1982), a partir de un artículo de Teresa Carpenter muy hostil hacia el director. El manto de la crónica negra ha pesado siempre desde entonces sobre un hombre que parecía destinado a una vida color de rosa.

Neoyorquino, hijo de emigrantes, Bogdanovich se formó precozmente como actor con la mítica Stella Adler, la maestra de Marlon Brando. Bogdanovich estaba interesado por el teatro y el cine como intérprete y director, por el periodismo y la crítica, pero su actividad esencial era ver sin resuello película tras película como un cinéfilo europeo, al estilo de los franceses -que tanto admiraba- de los años 50. Hacía fichas de las películas que veía, y la leyenda dice que, entre los 13 y los 30 años, reunió un total de 5.316.

El imprescindible Roger Corman facilitó su debut en la dirección con la originalísima Targets (1967). Tenía 28 años. Le siguieron tres títulos que, en la memoria de todos y a criterio de cualquiera, representan uno de los primeros tramos -sin tropezón- más brillantes de cualquier carrera de cineasta de la historia: The last picture show (1971), ¿Qué me pasa, doctor? (1972) y Luna de papel (1973). A una por año, hago notar.

Le surgieron antagonistas, eso sí, que opinaron que su cine era estrictamente deudor de su cinefilia, un cine de copista, de aventajado seguidor perruno de los grandes clásicos que admiraba. Pero lo cierto es que Bogdanovich se convirtió en uno de los paradigmas del renovador cine de autor norteamericano de los 70, brutalmente segado por los grandes estudios a comienzos de los 80, lo que coincidió fatídicamente con el trauma del asesinato de Dorothy Stratten.

Escritor en Esquire, íntimo amigo de Hawks, Lang, Ford y Welles -a los que dedicó libros de entrevistas inolvidables-, Peter Bogdanovich ha desarrollado una ingente tarea crítica e historiográfica, siempre con una fuerte impronta literaria, de la que es reflejo Las estrellas de Hollywood (TyB), colección de retratos y conversaciones muy personales con los grandes actores norteamericanos, ahora editado en España, con la promesa, por parte de la misma editorial, de poner pronto en circulación Los maestros del cine clásico, su visión de los más grandes cineastas.

Bogart, Brando, Clift, Grant, Monroe, Sinatra, Stewart, Wayne, Dietrich, Fonda, todos los mejores, están vistos en el libro a partir de anécdotas muy privadas y muy personalistas -Bogdanovich tiene un gran ego-, y de los testimonios de amigos cercanos, muy al modo de los perfiles y las biografías, tan llenos de notas de color, del periodismo estadounidense, algo sobrado a veces de nombres y de datos.

Estas navidades buscaba dvdés para regalarme y regalar, y me encontré con la extraordinaria sorpresa de dar con ¡Qué ruina de función! (1992). ¿Acababa de salir? No. Lleva editada dos años. Nunca se estrenó en salas, algo de todo punto incomprensible. Comedia de teatro dentro del teatro, escrita por Michael Frayn y conducida por Michael Caine, no exagero al decir que es una de las mejores y más hilarantes comedias de los últimos 40 años. Es imposible acabar el día deprimido si uno ve esta frenética película de Peter Bogdanovich, este vertiginoso lío de puertas, botellas, cables y sardinas entre actores peleados delante y detrás del escenario ante un director (Caine) al borde del colapso. ¿Cómo es posible sostener ni por un segundo que un cineasta capaz de hacer algo así ya no estaba en forma?

Recomiendo que salgan en busca del libro -que, por cierto, se está vendiendo inusualmente bien- y de esta desternillante película que les alegrará el día, el mes, la semana y el año.

El casi niño prodigio se nos ha hecho mayor. Dentro de un par de años cumplirá los 70, parece mentira, y más cuando parecía tener un rostro de eterno adolescente con gafas de empollón, ahora muy averiado por los mamporros de la vida y de una industria que está en manos de ejecutivos tan ignorantes como inclementes.

Peter Bogdanovich dirigió su última película en 2001, creo, continuando un calvario de fracasos, marginaciones y trabajos para la televisión muy por debajo de sus posibilidades. Sigue escribiendo, presenta programas de cine y ha vuelto a su primitiva y fugaz profesión de actor. He leído que hace de psiquiatra en la serie Los Soprano, pero nunca lo he visto porque, en televisión, sólo veo películas, informativos y transmisiones deportivas. Me prometo a mí mismo asomarme un día de éstos a Los Soprano, a ver si veo al tipo que un día me dedicó su libro sobre John Ford (Fundamentos). «All the best», escribió con rotulador negro y letra no muy legible. Todo lo mejor para Peter Bogdanovich, el chico más aplicado de su generación. Raro.


DOS DELANTE

CARLOTTI Y EL CINE ESPAÑOL. Según datos oficiales de EGEDA, Antena 3, cuyo consejero delegado, el italiano Maurizio Carlotti, se manifestaba ayer como un defensor de una industria del cine español fuerte, programó, entre 2003 y 2005, 60 películas españolas y 1.300 de EEUU. ¿Es la mejor manera de contribuir al fortalecimiento de la industria del cine español?

EL DOMINGO, LOS GOYA. La canción y el cine son los máximos elementos de identificación de un país consigo mismo y de proyección de un país en el extranjero. Aquí, los intermediarios de la opinión pública odian el cine español y contribuyen a su descrédito. Afilemos con baba los colmillos ante los Goya. Hispanistas vendrán a estudiar el fenómeno.

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