MAURILIO DE MIGUEL
Germán Coppini
Intérpretes: Germán Coppini (voz), Miguel Rivera (guitarra), Javier Vega (bajo), Pablo Cabra (batería). / Escenario: El Sol (Madrid). / Fecha: 23 de enero.
Calificación: **
MADRID.- No faltan aggiornamentos en el mercado de los artistas que en los años 80 se lo montaban de squatters. Muchos se dan ahora a la manicura digital y se cepillan los dientes para mostrar la mejor de sus sonrisas melódicas. Nada que ver con su naturaleza felina de antaño... German Coppini escapa de momento a semejante puesta al día. Después de abandonar Golpes Bajos (la banda que hizo piña viguesa con Siniestro Total y Os Resentidos) y de transitar por los 90 como ánima en pena (buscando incluso plaza de cantautor), Coppini cree haber encontrado salida crooner a sus desvelos (lo mismo que Javier Andreu de La Frontera, entre otros).
Tal hallazgo se empeñó en demostrar el martes en El Sol, no sin antes recordar de dónde venía. Hubo temas emblemáticos de su época Golpes Bajos, como Escenas olvidadas, Cena recalentada y Fiesta de los maniquíes. Otra cosa es el adónde va Coppini...
La historia del cantante importa, de cara a la galería, puesto que permitió llenar la sala con una audiencia que valora su talante outsider a lo largo de los años. Sin embargo, ninguna de sus canciones recientes deslumbró en la sala. Y eso que cuajó una buena adaptación del Centro de gravedad permanente firmado en su día por Franco Battiato. También hubo versiones de Siniestro Total y temas dedicados a las zozobras de los padres de familia separados, a la ciudad de Bagdad (bajo la advocación de Robin Hood). Coppini tiró incluso del repertorio de La Maga, el grupo que le acompaña y al que ha vinculado su destino artístico a corto plazo.
Madrid fue el primer puerto de la gira que a Coppini le ocupa ahora, con esa rapsodia tan suya en primera línea de batalla y nuevo cancionero. Aún así, resultó inevitable que otros dos temas históricos de su repertorio sonaran para dar por concluido su concierto. Antes de los bises, No mires a los ojos de la gente. El colofón, Malos tiempos para la lírica, tantas veces saludado y revisitado, sonó justo después de que se enfundara una capucha de Spiderman.
Coppini ya no hace valer tanto al perfecto rebelde sin causa que sigue llevando dentro desde hace dos décadas. De tímidos sobrecompensados están los escenarios llenos; pero él, al menos, conserva ese plus de talento que a veces convierte los delirios en genialidades.
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