No hubo piedad ni compasión ni una gota de humanidad. El Ministerio del Interior ha denegado la petición de asilo a cuatro mujeres venezolanas -dos de ellas menores de edad- que alegan estar perseguidas en su país de origen por grupos paramilitares colombianos.
Adiós a las ilusiones, a la esperanza y al fin de las amenazas de muerte. «Nosotras no podemos volver. Estamos decepcionadas porque pensábamos que Europa era más abierta y había más humanidad. Ahora lamentamos no haber entrado como turistas», relata Tahio López Caballero, con la voz entrecortada tras el hilo telefónico.
Paradójicamente, mientras el aeropuerto de Barajas es un auténtico coladero donde recalan miles de inmigrantes que entran como turistas, a estas solicitantes de asilo el Gobierno les ha cerrado la puerta en las narices. Su petición no fue admitida a trámite en un primer momento y también fue denegada en la fase de reexamen. Desde la Jefatura Superior de Policía de Madrid argumentaron escuetamente que las afectadas no cumplían los requisitos.
Si nadie lo remedia, hoy a las 11.00 horas iniciarán el viaje de vuelta al infierno. «El policía nos dijo: 'aquí no dan asilo a nadie'. De 500 sólo se lo conceden a uno. Aseguran que no hemos demostrado la persecución que sufrimos, cuando hemos traído las actas de defunción de nuestros familiares y las denuncias presentadas ante la Fiscalía de Venezuela por las amenazas de muerte», describe Tahio, que lleva seis días retenida en la sala 3 de Barajas. Según su testimonio, el agente les explicó que para que te concedan asilo tienes que estar perseguido por la Policía de tu país.
Sin embargo, la protección que se concede a refugiados y asiliados es más amplia y abarca a todos aquellos que «huyen por temor fundado de persecución por motivos políticos, étnicos, religiosos, de nacionalidad, pertenencia a un grupo social determinado, de género u orientación sexual, así como cualquier otro motivo que hiciera surgir fundado temor de persecución por violación de los Derechos Humanos».
Tahio llegó el pasado sábado al aeropuerto de Barajas acompañada de su madre, su hermana, de 15 años, y su hija, de cinco. Esta familia venezolana proviene de San Cristóbal, capital del Estado de Táchira, que hace frontera con Colombia. En esta zona actúan con frecuencia los paramilitares colombianos que, según su testimonio, mataron a su padre, a su tío y a su hermano. Después de estos crímenes, las siguientes víctimas en la diana eran ellas y comenzaron la extorsión, el acoso y las amenazas de muerte.
Ahora, tras la negativa de Interior, están descolocadas y no saben qué hacer. La chica de 15 años sufrió una crisis nerviosa tras conocer ayer la noticia: «Han matado a su padre y si regresamos piensa que pueden matar a su mamá», explica Tahio.
Sólo tienen dos opciones: o comenzar de cero en cualquier otra localidad de Venezuela o intentar entrar en otro país europeo, aunque les han comunicado que les denegarán el asilo en toda la UE. Han sido seis días entre tinieblas para emprender un retorno de pesadilla.