Agentes de Policía, miembros de la Cruz Roja, psicólogos y vecinos en estado de shock. La angustia se apoderó ayer de la cafetería del Hotel Novotel, situado en el barrio de Almeda de Cornellà. Las escenas de tristeza no paraban de sucederse.A escasos metros de allí, unas horas antes, una potente explosión de gas truncó para siempre las vidas de estas personas.
La desgracia se cebó especialmente con un hogar, que perdió trágicamente a su hija, de sólo dos años y medio. Los padres de la víctima forman «una familia joven, que estaba fuertemente implicada a nivel asociativo en la ciudad y que, por tanto, era bastante conocida por los vecinos del barrio», según informaron ayer fuentes del Ayuntamiento de la localidad.
Precisamente el alcalde de la ciudad, el socialista Antonio Balmón, fue uno de los primeros vecinos en telefonear a la Guardia Urbana.El edil, que vive junto a uno de los bloques evacuados, explicó ayer que la explosión le sorprendió mientras se preparaba para salir de su piso. Con el rictus muy serio, Balmón destacó que los allegados de la niña fallecida «están muy afectados emocionalmente».«La situación es muy dura y de mucho dolor», añadió el primer edil.
A las cinco de la tarde de ayer, la avenida de Porta Diagonal aún tenía el aspecto de un campo de batalla. Una gigantesca grúa permitía a dos bomberos extraer runa de la séptima planta del edificio situado en el número 36. El radio de la explosión fue de 50 metros, y afectó al aparcamiento del edificio y a varios coches. En la superficie, totalmente acordonada, más bomberos, operarios municipales de limpieza y de Gas Natural hacían su trabajo. Todo ello, en presencia de agentes de los Mossos d'Esquadra, de la Policía Local, periodistas y numerosos curiosos.
Ana Palacios, vecina de la segunda planta del principal edificio dañado, se apresuraba a recibir una maleta ayer tarde. Alguien acababa de traérsela. Le servirá para rescatar los enseres de su piso. De lo que queda de su piso. Como a la mayoría de vecinos, la explosión les sorprendió durmiendo. «Nos cayeron muchas runas encima de la cabeza», explicó.Lo primero que hicieron Ana y su pareja fue rescatar a su pequeña. La pasaron a través del balcón a otro piso para, después, escapar también ellos por el exterior.Con el miedo todavía en el cuerpo, lo que más le preocupaba a última hora de la tarde de ayer es que tendrán que pasar «entre seis y doce meses» para que pueda volver a su hogar. O eso es lo que les han dicho.
De momento, ya se han reservado indefinidamente una quincena de habitaciones para los 41 residentes del principal bloque afectado en el Hotel Novotel, donde está instalada la oficina de gestión de la crisis. Pero algo más se instaló ayer en este confortable alojamiento próximo a la Ronda de Dalt: la desolación.
Florencio Montilla, vecino de la octava planta del número 36, es uno de los afectados a los que la deflagración les sobresaltó ya despiertos. «Al levantarnos, olía mucho a gas. Hemos llamado a la compañía y, mientras hablábamos por teléfono con ellos, se ha producido la explosión», explicó ayer tarde. Con la mirada perdida, sin ánimo para añadir mucho más, sentencia: «Tras el petardazo, todo ha sido una porquería».
Como este testimonio, otros afectados señalaron que habían percibido olor a gas antes del estallido que se cobró ayer una vida, provocó una veintena de heridos leves y determinó la evacuación de un centenar de personas.
«Parecía un aspersor de agua»
CORNELLA.- Una vecina de la finca más afectada por la potente explosión de gas llamó al teléfono de emergencias de la compañía minutos antes de producirse la explosión, al advertir un sonido que «parecía un aspersor de agua», según explicó ayer tarde la mujer.
El silbido era el del escape, creen los residentes. El director de distribución de Gas Natural, Angel Larraga, explicó ayer que la explosión ya se había producido cuando llegaron los técnicos de la compañía, que fueron enviados a inspeccionar la zona tras recibir el aviso de esta vecina de forma inmediata.
Otra de las residentes afectadas lamentaba ayer tarde haberse quedado «sin piso y sin coche».
Es una de las que tendrán que ser reubicadas en algún piso hasta que pueda volver al suyo, dentro de «entre seis meses y un año».Éste es el plazo que les han dado a los vecinos desde los servicios sociales del Ayuntamiento de Cornellà.
Entre llantos y visiblemente nerviosa, la mujer explicó que a su marido se le cayó el techo de la cocina encima. Mientras él asiente, la mujer asegura creer estar viviendo «un sueño», aunque en realidad a lo que se refiere es a una pesadilla con mayúsculas.