Es un día frío en la calle de los Alcántara. Por eso no hay un alma fuera. Nadie en la frutería, nadie en la boutique Meyni, nadie en el quiosco de Cervan... Los periódicos y revistas se agolpan en el establecimiento del viejo cascarrabias, dispuestos a que alguien se acerque y les eche un vistazo. Nada haría pensar que no estamos en 1974 y que todos los elementos, hasta las páginas del diario Pueblo, tan reales entre los dedos, han sido creados por el equipo de Cuéntame para conseguir que la recreación de la época sea lo más realista posible.
Gonzalo Gonzalo es el director artístico de la serie desde hace casi seis años. Antes había trabajado con Tito Fernández -primer director de Cuéntame, fallecido en 2006- en la serie Los ladrones van a la oficina y en varias películas. A sus 71 años, y con un Goya en su haber, ha decidido compartir su experiencia con el resto del equipo para conseguir que Cuéntame sea un fiel reflejo del periodo 1968-1974. Junto a él, Manolo López, responsable del atrezo, y el decorador Roberto Carvajal, más un gran número de carpinteros, pintores, electricistas, documentalistas.
Como cuenta Gonzalo, todo comienza con la lectura del guión, «que no suele ser muy explícito», apunta el director de arte. «Así, lees que una pensíon es 'humilde' o que un despacho es 'lujoso'. Eso nos deja trabajar a nuestro libre albedrío. Luego tenemos una reunión con vestuario y el resto de departamentos para coordinarnos». En ella, vestuario, maquillaje y guión se ensamblan como un reloj: «si el niño va a ir de marinero sabemos que no pega un decorado con determinados colores, de igual forma que no es lo mismo que un personaje tenga en la mesita Cuadernos para el diálogo o El Alcázar».
A partir de ese momento, la maquinaria de Cuéntame echa a andar y, cuando uno quiere darse cuenta, ya se ha grabado la escena y el escenario, hasta tres por capítulo, está siendo desmontado. «Entre que dibujo el decorado, Roberto traza el plano y se construye no pasan más de siete días. Y eso, para escenarios muy elaborados. Lo normal es que sean dos. Y algunos nacen y mueren en el mismo día. Por ejemplo, acabamos de terminar uno que sirve sólo para una llamada telefónica».
Para Gonzalo, la experiencia es un grado. «Conozco esa época como el pasillo de mi casa», afirma. Pese a lo cual él y su equipo no dejan de ser meticulosos con los detalles. «Lo que lleva más trabajo son los detalles, aunque sean cosas que no se ven. Por ejemplo, tenemos a un chico en la hemeroteca sacando fotografías de los periódicos de la época para reproducirlos, aunque sea para un actor que lo lleva debajo del brazo. De igual modo, no es lo mismo un teléfono de 1975 que uno de 1976».
La lista de detalles que hay que vigilar se amplía casi hasta el infinito: números de matrícula que tienen que ser cambiados, cuños de la época, anuncios en pesetas, manteles que tienen que tejerse, vestidos a la moda de entonces, cajas de medicinas... ¿Alguna misión imposible a lo largo de éstos? «No», responde Roberto Carvajal. «Si no lo encontramos, lo hacemos. Es verdad que ha habido cosas que nos han dado problemas. Por ejemplo, un predictor de entonces. O los auriculares de la tienda de discos de Desi, para los cuales tuvimos que coger unos teléfonos de ducha y modificarlos».
Además de la memoria de Gonzalo, la capacidad conseguidora de Manolo López (desde coches a televisores), las casas de atrezo y de la colaboración de los seguidores de la serie, el equipo cuenta con la ayuda de internet y las nuevas tecnologías. Gracias a ellas, se puede rastrear el pasado para recuperar la estética de entonces y crear ficticios, que es como se denomina a los productos de marcas inventadas. Al contrario que la mayoría de las series españolas de la actualidad, en Cuéntame son muy estrictos con no dar publicidad. También se vigilan mucho los derechos de autor, por lo que Gonzalo y los suyos han tenido a veces que pintar cuadros para decorar despachos y estancias.
En este sentido, uno de los decorados de los que más orgulloso se siente el equipo es el despacho soviético que Antonio visita durante su estancia en Rusia. «Medía 16 metros y lo tuvimos que hacer en la iglesia. Como no teníamos busto de Lenin tuvimos que hacerlo sobre uno griego. Y nos trajeron una araña de cristal que no nos dejaron ni tocarla». Tras la grabación, unos cuantos golpes, todo desmantelado y la madera que se recicla para otra cosa. Una pena. «No te creas. Cuando llevas 2.000 decorados no te da ninguna».
LOS DETALLES QUE NO VEN LAS CAMARAS.
REPORTAJE GRAFICO: CARLOS BARAJAS
Arriba, una imagen del decorado de la calle de la familia Alcántara, con un Renault 12 y un Dodge Dart aparcados, en un descanso del rodaje. Abajo a la izquierda, una reconstrucción del diario Pueblo, donde trabaja Toni, con las noticias de la época. Abajo a la derecha, bocetos del decorado realizado por Gonzalo Gonzalo para un decorado -en este caso, una lujosa mansión en la que se celebran partidas ilegales de cartas- e imagen de la escenografía una vez montada.