'Han matado a Prokopius'
Autor: Alfonso Sastre. / Dirección: Francisco Vidal. / Intérpretes: Fernando Sansegundo, Leire Ruiz, Ana María Ventura, Maite Jiménez, José Hervás, Almudena Moreno, Juan Garrido y Julián Navarro. / Escenografía: Ana Garay. / Escenario: Teatro Principal. / Fecha: 26 de enero.
Calificación: ***
SAN SEBASTIAN.- Tras la publicación de las Obras escogidas y las jornadas del Círculo de Bellas Artes en las que han participado una veintena de estudiosos y de especialistas, dos estrenos ponen de actualidad el teatro de Alfonso Sastre: Han matado a Prokopius, ayer en el Principal de San Sebastián, y Dónde estás Ulalume, dónde estás, hoy en San Sebastián de los Reyes.
Han matado a Prokopius es el primer título de la tetralogía Los crímenes extraños. Su protagonista, un diputado de Herri Batasuna, no aparece en escena, pues la obra arranca, precisamente, con su asesinato en Madrid. Al hilo de este estreno, negaré que yo haya afirmado, como dice mi amigo García May, que Sastre sea el mejor autor vivo del teatro español. Yo he dicho que es el mejor autor español del siglo XX. Negaré también que la movida sastriana de estos días sea una operación política desde el poder, como parece desp
Mal podrían avalar las gentes del Gobierno una obra como Han matado a Prokopius, en la que desde el principio planea la sombra macabra de los GAL y de la guerra sucia. Tampoco creo que una parte de la izquierda abertzale salte de júbilo ante el desconcierto, el desencanto y la frustración políticas que alimentaban el último tramo de la vida de Prokopio, un intelectual que leía, entre otros, a los poetas defraudados Maiakovsky y Essenin. Hasta aquí todo lo que se puede contar de este thriller político, pues si contáramos algo más se destriparía el desenlace.
Avanzaré sólo -porque eso no descubre el intríngulis de la trama- que hay un ministro del Interior, trasunto claro de Barrionuevo, y que el detective encargado de desvelar el crimen es un viejo falangista borracho, con muchos contactos en la extrema derecha y protector de la hija de un rojo que, por las trazas, debe ser hija del defenestrado y fusilado Grimau. Isidro Rodes (Fernando Sansegundo) es un perdedor alcoholizado que trae a colación el fracaso de la Revolución pendiente, de todas las revoluciones, y que tiene la audacia de recordar, en pleno territorio comanche, a Ramiro Ledesma.
No cuento nada más, y quien quiera saber que vaya a ver la función porque, además, lo pasará muy bien. Aunque Sastre ha dejado claro muchas veces sus diferencias con Bertolt Brecht, acepta de él el principal mandamiento que sus epígonos y discípulos nunca leyeron o leyeron mal: la primera obligación del teatro, por comprometido que sea, es divertir.
La función está dirigida con mano firme por Francisco Vidal y muy bien interpretada. Sansegundo ha encontrado el papel de su vida: patético, grotesco, contradictorio y jocoso. La misma línea grotesca, la puta revieja e histérica de Maite Jiménez, la rudeza de José Hervás...
Prokopius fue la vuelta a la escritura teatral de Sastre tras haber abjurado del teatro, dando por concluida su producción con Dónde estás Ulalume. Con Prokopius, simultaneado con el Poe de Ulalume, vuelve a la escena después de una docena de años.
Frente a la seriedad del drama trágico y la tragedia aristotélica, Alfonso Sastre ha optado por la ironía, por el juego lúdico, por lo grotesco en suma. Éste es uno de los componentes esenciales de la tragedia compleja. El héroe grotesco que viene a ser, mutatis mutandis, el héroe clásico pasado por los espejos valleinclanescos del callejón del gato. Y un inteligente toque pirandelliano que distiende la tensión excesiva de algunos momentos y provoca la risa de los espectadores.
Al final, mientras Sastre respondía a los aplausos desde su butaca, seguía en pie la pregunta que el autor se planteó al terminar hace años esa obra: «¿Qué pensarán los patriotas vascos de mi Prokopius; y los otros vascos, y los españoles patriotas para quienes la unidad de España es un hecho metafísico?», la respuesta que da Sastre, como siempre, no es unívoca ni monolítica.