ANGEL ANTONIO HERRERA
Lo que pasa es que el público no juega. Eso es lo que pasa. Nos traemos mucha cháchara sobre Capello, que no se entera, o sobre Calderón, que no se corta, o bien sobre la plantilla, esa verbena de metrosexuales, pero no hablamos nunca del público del Bernabéu, que últimamente va al fútbol como el que va al cine, a matar el domingo cumpliendo un par de horas en cerrado silencio. Para mí que la grada le ha pillado vicio al recogimiento, que es a lo único a lo que no puede darse nunca la grada. Quizá va a ser que se venden más palomitas y bombones que Mahou y bravas, que es el alimento terrestre y macho de los que van a sudar la camiseta, pero sin pisar el césped.
Lorenzo Sanz y otros críticos hablan últimamente de que en este Madrid del caos se ha perdido el respeto a los socios, pero yo creo que los socios, en particular, y el gentío, en general, han perdido la furia hispánica, que es una cosa que no sabemos bien qué es, pero que la tienen todas las muchedumbres de grada y Juanito 'Maravilla', que en gloria esté. Perder la furia hispánica es ir al Bernabéu como el que va misa o a los cines Ideal, que son la misa de los que no suelen ir a misa. Tenemos una grada callada, o a media voz, con suerte, o sea, que no tenemos grada. Somos un domingo de mudos. Esto sí es directamente grave, o muy grave, y no tanto la huida a Hollywood de Beckham o la galopada de Ronaldo hasta Milán, para siempre.
David Gistau me ha contado alguna vez que, de niño, se pasaba los domingos en círculo, alrededor del Bernabéu, por disfrutar el clamor, y eso es lo que ahora hemos perdido, el clamor, que es la palpitación crecida de una grada que hoy no palpita, porque tiene el corazón descorazonado y más bien hecho una braga blanca. La grada del Madrid ya no le protesta al equipo que pierda en el Bernabéu, cuando la grada del Madrid ha sido de crisparse en esas tardes en las que no se ganaba por más de 2-0. En el Bernabéu se ha vivido, durante décadas, la costumbre de protestar el juego tibio o poco brillante, porque la victoria se suponía. Ahora no hay victoria, o no suele haberla, y el juego va torcido y tirando a tristísimo. Pero la grada sigue ahí, como un solo hombre, sólo que un solo hombre que no sale de su ensimismamiento de palomitas, aunque no tome palomitas y vaya a Concha Espina con todo el orfeón de los salvajes del barrio.
Al Madrid le hace falta una limpieza de plantilla, que ya ha empezado, pero le hace falta también una grada que grite, porque un forofo callado es un fantasma, y para fantasmas lo mismo ya tenemos bastante con algunos guapitos de alineación. Hay que darle puerta e incluso portazo a algunos chicos acabados, sí, hay que comprar peloteros no sólo de spot, y hay que fichar de nuevo a la afición, que está ahí, pero no está. La otra tarde, en el Nou Camp, la multitud abroncó a su equipo, porque ganaba 3-0, pero sin juego. Esto solía ocurrir también en el Bernabéu. Lo de la bronca y lo del 3-0. Al Madrid le falta el pasado, grada incluida. Hay que reinaugurar el juego y el grito. No sé si por este orden.
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