JAIME RODRIGUEZ. Enviado especial
MANNHEIM.-
Balón en carrera, brazo armado y latigazo contra la red. Primer intento, a 90 kilómetros por hora. Segundo, a 100. Tercero, a 115. El hombro se calienta y los 140, su récord, no está lejos. Ion Belaustegui (San Sebastián, 1979) ensaya en el entrenamiento de la selección española su poderoso lanzamiento. Tan rápido para cargar el brazo como para engullir libros, su pasión extradeportiva. Más de 25 leyó el pasado año. Anoche, en su habitación del pomposo hotel Maritim de Mannheim apuraba las páginas de El péndulo de Foucault, de Umberto Eco. La Playstation no va con él. «Me relajo en la lectura; estimula la imaginación. Todo suma para tener mayor lucidez para jugar», dice.
Potencia y puntería en la pista. Es el especialista de la selección. Juan Carlos Pastor ha levantado la vista hacia hombres como él en este Mundial de balonmano que retoma la competición tras la jornada de descanso de ayer. La derrota ante Dinamarca ha hecho reflexionar al equipo sobre su ataque. Con Uríos encerrado en muchas ocasiones entre las defensas rivales, se hace necesaria la aportación de los hombres exteriores en la definición, hasta ahora escasa. Se buscan soluciones ante los muros que asoman, hoy el húngaro (18.00 horas, La 2) y mañana el croata, donde hay que lograr una victoria para asegurar el pase a los cuartos.
Ion Belaustegui es uno de los elegidos para cambiar el rostro ofensivo del bloque. Desde el lateral derecho, su brutal zurda ya funcionó en los encuentros de la primera fase. De repente, se ha visto metido en un Mundial. Hace apenas dos semanas se encontraba de vacaciones en San Sebastián. Entraba por la puerta tras potear con unos amigos cuando recibió la llamada de urgencia del delegado del equipo nacional. La lesión de Salva Puig le llevó a la convocatoria, tras ser descartado en la primera criba. «Sé que no entré de inicio porque no he podido jugar mucho debido a la rotura que tuve en el tendón rotuliano», analiza sin reproches contra el seleccionador. «Ion es uno de los pocos lanzadores puros que tenemos y también aporta su gran experiencia internacional», dice Pastor.
Belaustegui emigró a la liga alemana durante dos temporadas para vivir una competición implacable. «En España el balonmano ha crecido, pero aquí es otro nivel. La gente lo vive muy intensamente en los pabellones, que son como los de la NBA», recuerda de su paso por el Hamburgo. Ese calor ambiental espera que España no lo sufra en el torneo. «Cruzarnos con la anfitriona no sería una buena noticia».
Belaustegui ha hecho siete goles en los partidos anteriores. Él estudia a los porteros rivales para encontrar el hueco preciso que lleve a la red. En los entrenamientos repite con obsesión la mecánica de tiro. Sus picos de perfeccionamiento se dan en la pretemporada, donde llega a lanzar un centenar de veces por sesión.
Este amante de la literatura aprendió a jugar gracias a Patxi Pagoaga, un histórico del balonmano vasco, que le sacó del fútbol a los 13 años para apuntarle a un campus que dirigía Valero Rivera. Tres años después, el chico ya estaba enrolado en las categorías inferiores del Barcelona, donde entabló amistad con Carles Puyol, también residente en La Masía. Como junior llegó a participar en los éxitos del Dream Team de Masip, Barrufet y Guijosa.
La carrera universitaria que no hizo entonces pretende iniciarla el próximo curso. ¿Letras o ciencias? Polifacético, responde que «algo mixto, quizá relacionado con la empresa».
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