Sábado, 27 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6250.
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Perdonando demasiado al que yerra se comete injusticia con el que no yerra (Baldassare Castiglione)
 MADRID
Educación
180 niños en busca de colegio
Los padres de los alumnos del Emilia Pardo Bazán, desalojado en octubre por peligro de derrumbe, aún no saben dónde matricularán a sus hijos en marzo. Bajo el suelo del centro hay un agujero de cinco metros y su relleno podría no estar concluido antes del inicio del curso. Ellos exigen aulas en el mismo barrio de Embajadores
ISABEL LONGHI-BRACAGLIA

Sus mochilas acumulan más kilómetros que si se hubieran hecho el Interrail. Si se pusieran a sumar... No será por traslados... Y ni pizca de gracia tiene la comparación si se piensa que quien carga el equipaje son niños de entre tres y 11 años, de viaje forzado sin aliciente alguno de placer. En tres años dos mudanzas de aulas. Y lo peor es que para la tercera, inminente, aún no tienen ruta ni destino. Todo por el deterioro, primero, y las obras, después, en su colegio. Para, al final, estar a un mes de que comience el plazo de matrícula y encontrarse con que no saben todavía dónde estarán sus pupitres el próximo curso.

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Muchos aún no leen, pero conocen bien la razón de una realidad administrativa y urbanística de la que son las víctimas: «Nuestro cole se ha roto. Las paredes se rompen y se caen ladrillos del tejado, y tienen que arreglarlo», revela Dina, cinco años y «muchos días», dos años matriculada en el colegio público Emilia Pardo Bazán, barrio de Embajadores, en pleno centro de Madrid.

«Y vinieron los bomberos...», suelta de corrido otro peque a su lado para completar el relato que habla de un desalojo repentino. «Tuvimos un poquito de miedo, pero luego ya no», apunta Dina. «Lo que queremos es que lo arreglen rápido para poder volver», se suma otra alumna; todos con la vista puesta en las maderas que cruzan las ventanas de su colegio, apuntalado para evitar que siga partiéndose en dos. «Es que se ha roto», insisten con resignación, como subrayando una evidencia contra la que nada pueden hacer.

Ellos no, desde luego, pero ¿otros? Si la pregunta han de contestarla los padres y madres de los 180 alumnos del Emilia Pardo Bazán se escucha un sí rotundo. ¿Quiénes? «Podría haberse evitado todo lo sucedido, las dos mudanzas, el desalojo apresurado, el trastorno para los niños, si el Ayuntamiento y la Comunidad nos hubieran escuchado, si nos hubieran hecho caso, si no hubieran hecho la chapuza de obra que hicieron», responde sin freno por la indignación la presidenta de la Asociación de Madres y Padres del centro escolar, Susana Cintado.

Y son tantos sus argumentos que acumulan un grueso dossier de escritos que avalan lo que dice, que cuentan la historia del colegio Emilia Pardo Bazán, desde que entró a formar parte de los centros elegidos para ser rehabilitados entre el Ayuntamiento y la Comunidad. Entonces, en el curso 2004/05, la llegada de operarios desplazó a los niños hasta Aluche, media hora de ida y media de vuelta todos los días.

Pintaron, arreglaron el sistema eléctrico, instalaron un ascensor, apañaron el patio, 830.000 euros de inversión y cuando los peques pudieron volver a clase se encontraron con que no funcionaba la calefacción en pleno mes de febrero. Pero eso no fue lo peor. Ni transcurrido un año, recién estrenado el curso 2005/2006, los profesores y los padres empezaron a «detectar anomalías estructurales en el edificio», cuenta Cintado, «pero el Ayuntamiento nos decía que era por el mal uso que hacía el alumnado de las instalaciones, que la culpa era de nuestros hijos».

En septiembre de 2006, el inicio del curso actual, tampoco relajó los ánimos de los padres de los alumnos. «Las grietas habían crecido, se cayó el cerco de la puerta de la clase de religión, el patio estaba mal cimentado...», relata Cintado; en su mano, las cartas de la dirección del centro que alertaban de los mismos desperfectos al Ayuntamiento. «Y siguieron sin hacernos caso».

Hasta que fue demasiado tarde para evitar una nueva mudanza. El 4 de octubre se desprendieron unos ladrillos de la cornisa sobre el patio, minutos antes de que los niños salieran al recreo. Los bomberos acudieron al centro y desalojaron a sus 180 alumnos por peligro de derrumbe.

Desde ese día, sus hijos estudian en un centro de Legazpi, éste a 15 minutos en autobús. «Todos los niños preguntan lo mismo porque pasan todos los días por delante. Tanto traslado les ha supuesto un trastorno emocional que debería tenerse en cuenta», apunta Susana Cintado. Es más, hay preocupación entre los padres porque algunos de sus hijos están acusando el cambio en sus notas.

¿Y ahora? Pues lo primero esperar a que terminen las nuevas obras de rehabilitación. El Ayuntamiento encargó un informe geotécnico que, como ya adelantó M2, descubrió un agujero de cinco metros de profundidad en el subsuelo del colegio, que se rellenará con una mezcla de mortero de cal y hormigón. Además, se cerrarán las grietas, claro.

«El problema es cuánto tiempo llevarán esos trabajos porque los niños no pueden quedarse en Legazpi porque no tienen sitio para el próximo curso», advierte Cintado. «¿Dónde van a ir entonces?».

Ni ella ni nadie parece tener respuesta. La Consejería de Educación asegura que serán escolarizados, pero no concreta dónde. La Junta de Centro dice que espera que las obras estén finalizadas en septiembre, pero en caso contrario, tampoco ofrece una solución. «Ya se retrasaron una vez y sería la primera vez en la historia que unas obras terminan en plazo», subraya la presidenta del AMPA, «así que ¿qué hacemos?».

A lo que no están dispuestos los padres es a que sus hijos vuelvan a tener que coger un autobús para ir al colegio. Les prometieron que antes de 2007 tendrían una respuesta, pero... El enfado del AMPA es evidente. Tanto como su determinación para movilizarse y promover una desmatriculación en el colegio Emilia Pardo Bazán si sus hijos no se quedan estudiando en el barrio. No queda mucho para ver lo que sucede, en menos de un mes comienza el plazo.


¿QUÉ OCURRE BAJO LA CALLE DEL CASINO?

Las grietas del colegio Emilia Pardo Bazán han abierto algo más que las paredes del centro escolar. Porque en busca de su causa, el Ayuntamiento ha descubierto que el subsuelo de la calle del Casino, donde se levantó allá por 1931, se hunde y la superficie no tiene la suficiente estabilidad.

Y no sólo en el tramo que ocupa este colegio. En el otro lado de la acera, el centro cívico Casino de la Reina también ha tenido que ser apuntalado y su fachada muestra una gruesa grieta que tiene idéntico origen: un agujero de cinco metros de profundidad que, según los técnicos de Urbanismo, debe rellenarse y pilotarse hasta al menos 12 metros abajo.

La situación ha provocado ya la iniciativa de la oposición municipal -el PSOE solicitará en el próximo pleno que el estudio geotécnico se extienda a toda la calle e IU exigirá la constitución de una Comisión Informativa, pero, sobre todo, ha generado preocupación entre los vecinos de esta calle que linda con Ribera de Curtidores y Embajadores. «Si hay dos agujeros bajo dos edificios que están separados, ¿quién puede asegurar que no lo hay en el resto de la calle, bajo las casas?», se preguntan.

Sus temores se han acrecentado, además, esta semana, al ver cómo las calas para comprobar el estado del subsuelo se han extendido por toda la calle del Casino. Las vallas revelan que son municipales y su semejanza con las que han observado antes junto al colegio les dejan pocas dudas. «El problema es que nadie nos informa de lo que sucede», se queja una vecina, «y, claro, cómo no nos vamos a preocupar. Es inevitable acordarse de lo de Barcelona, del Carmel».

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