Sábado, 27 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6250.
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Perdonando demasiado al que yerra se comete injusticia con el que no yerra (Baldassare Castiglione)
 MADRID
Sucesos
Seis horas olvidado en el autocar
Alvaro, un niño de cuatro años discapacitado físico y psíquico, pasó el día atado a una silla y aparcado a la intemperie porque se olvidaron de bajarle del autobús del colegio
PABLO HERRAIZ

Lo que tiene Alvaro es complicado de explicar. Su madre, Natacha, sufrió una negligencia médica. Cuando faltaba un mes para que naciera el pequeño le detectaron un «síndrome polimalformativo», es decir, que tenía un montón de problemas genéticos, un montón de enfermedades.

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Alvaro nació sin una parte del cerebro, sin uno de sus ojos, no puede mover una mano, su nariz y su boca estaban unidas en una sola cavidad, el paladar es un agujero... La falta de partes del cerebro le ha causado problemas que ya no tienen arreglo. Por ejemplo, Alvaro no crece. En febrero va a cumplir cinco años, pero su tamaño es el de un bebé de 12 meses.

Desde hace algo más de dos años, Natacha lo lleva a un colegio de educación especial que hay en Las Rozas y subvenciona la Comunidad de Madrid. Cada día, un autobús va a buscar a varios alumnos discapacitados de ese colegio y los lleva con sus monitores. Pero el pasado miércoles ocurrió algo inaudito. Se olvidaron de Alvaro. El microbús en el que hacen la ruta todas las mañanas tiene ocho plazas. Dentro iban nada más que seis niños, el conductor y una monitora que siempre los acompaña.

Todos menos él

Hacia las 9.30 horas, recogieron a Alvaro y se encaminaron a Las Rozas. Bajaron a los niños uno a uno para meterlos en el cole con sus correspondientes monitores, pero se olvidaron de Alvaro. Él estaba al fondo del autobús, atado a su silla de bebé.

El conductor arrancó el autocar y tampoco se dio cuenta de que el pequeño seguía allí, así que se encaminó hacia Majadahonda, donde la empresa tiene sus cocheras. Ese microbús es especial y tiene todas las sillas adaptadas para los distintos niños, así que sólo se utiliza en esa ruta.

El conductor aparcó ya pasadas las 10 de la mañana y se marchó. Estacionó enfrente de las cocheras, en la calle. El miércoles, Majadahonda estaba muy, muy fría. Alvaro, atado a su silla, debió de pasarse todo el día gritando en soledad, viendo la irritación que ahora sufre su garganta. Nadie estaba allí para darle de comer ni de beber en todo el día. Sus pañales estaban empapados cuando lo encontraron, y sus piernas heladas.

El niño no puede hacer por sí mismo mucho más que llorar y moverse un poco, aunque no camina. En su prisión de la sillita de bebé estuvo unas seis horas, hasta que el conductor y la monitora volvieron al microbús para el viaje de regreso a casa.

En el colegio no se alarmaron por la ausencia del niño porque últimamente había faltado mucho. El pasado 27 de noviembre le realizaron la quinta intervención quirúrgica de su corta historia. Los médicos tuvieron que quitarle una parte del cerebro que le estaba provocando problemas muy graves.

El postoperatorio ha sido tan complicado que hasta este mes de enero no le han dado el alta, y como consecuencia de la operación se le han hundido los huesos temporal y frontal del cráneo. Por la falta de minerales en su cuerpo y la incapacidad del cerebro para administrarlos, necesita tomar sodio varias veces al día, pero durante estas horas nadie estaba allí para dárselo. Un pequeño abrigo de plumas que llevaba quizá fue lo que le salvó de la congelación, pues su cuerpo tampoco es capaz de regular la temperatura y no reacciona ante el frío intentando calentarse, igual que en verano no suda. Menos mal, por cierto, que no era verano, o el niño habría muerto seguro.

Natacha, profesora en un colegio, tiene 42 años y cría sola a Alvaro y otras dos niñas. Ha denunciado esta negligencia ante la Guardia Civil. La empresa encargada del transporte y la monitora de acompañamiento, Gómez Rey, no han querido hacer declaraciones a este periódico sobre el asunto.

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