No se menciona la palabra independencia, pero la ONU le ofrece a Kosovo la posibilidad de tener su propio Ejército, una Constitución y presencia en organismos internacionales, aunque bajo la vigilancia internacional unos años más.
La propuesta presentada ayer por el mediador de Naciones Unidas, Martti Ahtisaari, al denominado Grupo de Contacto en Viena sobre el futuro estatus de Kosovo recibió el apoyo de los aliados reunidos en el Consejo Atlántico en la sede de la OTAN en Bruselas.
La conflictiva provincia serbia, habitada en un 90% por albaneses independentistas está administrada por la ONU desde 1999 y bajo la protección de la Alianza Atlántica, que mantiene allí una fuerte presencia militar con un total de 16.000 efectivos. Ahora más que nunca está justificada la permanencia, aseguraban fuentes aliadas, porque cada día aumenta el riesgo de brotes de violencia mientras se negocia el futuro estatus de Kosovo. De hecho, los planes separatistas de los albanokosovares chocan de frente con la oposición de la minoría serbia y de Belgrado, que se opone a la independencia de la provincia ofreciendo a cambio un alto grado de autonomía, al considerar Kosovo como la cuna sagrada de la nación serbia.
Tras más de un año de esfuerzos diplomáticos, Ahtisaari presenta su propuesta al Grupo de Contacto -formado por Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido-, que ha marcado la política de la conflictiva provincia desde el 99, con el objetivo de que sea el último paso antes de presentarlo a Belgrado y Pristina el próximo viernes 2 de febrero.
Pero no parece tan fácil. Dentro del Grupo también hay dos bloques divididos. Por un lado Occidente, por otro Rusia. El bloque europeo, junto con EEUU, apoya el plan de Ahtisaari sin fisuras, pero la misma firmeza que muestran unos se traslada en escepticismo en la parte rusa, que prefiere aplazar cualquier decisión sobre el futuro estatus hasta que Serbia forme el nuevo gobierno, tras las elecciones generales celebradas el pasado domingo 21 de enero. La reunión del mediador con el Grupo fue, según algunos diplomáticos «muy difícil» debido a las reticencias de Moscú.
División interna
Además de la división interna, el plan tampoco ha sido bien recibido en Belgrado, que se opone a «cualquier forma impuesta de independencia». Así de contundente se mostró el ministro de Exteriores serbio, Vuk Draskovic, ya que, añadía, «significaría un cambio forzoso de las actuales fronteras internacionales de un país miembro de la ONU».
Desde la sede de la OTAN en Bruselas, los aliados se mostraban satisfechos y optimistas con la propuesta de Ahtisaari. Aunque no se menciona la palabra independencia, el contenido de la propuesta, aseguran, es «algo muy cercano», con supervisión internacional pero permitiendo que Kosovo sea miembro de organizaciones internacionales como la ONU, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
España, que ayer estaba representada en la OTAN por el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León, optó por una postura más prudente pidiendo a la comunidad internacional una unidad clara de criterio y acción, y que no se olvide la enorme «complejidad política» de Serbia. Por eso, defendió una «nueva resolución del Consejo de Seguridad que defina el nuevo marco legal y político».