DAVID SEATON
Al comienzo de la semana, CBS News daba a Bush un índice de aprobación del 28% y un índice de rechazo del 64%, y cifraba en dos tercios los norteamericanos opuestos al envío de más soldados a Irak. Con el Partido Republicano escindido en torno a la guerra, parece que los demócratas lo tendrán difícil para perder las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos en 2008. Harán lo que puedan. Sus dos candidatos más destacados por el momento son Hillary Clinton, la primera mujer con posibilidades reales, y Barack Obama, el primer hombre de color.
El principal obstáculo de Hillary no es que sea mujer sino, más bien, la cuestión dinástica. Como ha escrito James Burkee en Los Angeles Times, «si consigue su nombramiento como candidata demócrata, gana y ejerce dos mandatos presidenciales, en el año 2017 EEUU habrá sido gobernado bien por un Bush o por un Clinton durante 28 años». Con 300 millones de norteamericanos entre los que escoger y 230 años de tradición democrática, la idea en sí resulta tercermundista.
Paradójicamente, el problema de Obama está en que Hillary es mucho más popular que él entre los afroamericanos. Obama, educado en Harvard, hijo de madre blanca, y cuyo padre era un estudiante keniano que estaba de intercambio en Estados Unidos, es africano, efectivamente, y norteamericano, desde luego, pero no es un afroamericano de verdad. El autor afroamericano Stanley Crouch ha escrito en el New York Daily News que «si Barack Obama llega a ser designado candidato demócrata a presidente en 2008, se nos va a plantear por primera vez una interpretación mucho más compleja de la diferencia entre color e identidad racial».
La razón está en que, en EEUU, el color por sí solo no define realmente la condición de negro; la define la Historia. En tiempos, el racismo era un negocio: bastaba con un único antepasado africano para convertir a un norteamericano en candidato a ser comprado y vendido. El general Colin Powell, que es del color de un vaso de leche con una gotita de café, dijo en cierta ocasión que «sólo en Estados Unidos llamarían negro a alguien como yo».
¿Cuáles son los mecanismos del racismo? Muhammad Ali, el legendario boxeador afroamericano y símbolo mundial del activismo negro tenía un bisabuelo blanco, irlandés para más señas, pero a nadie se le habría ocurrido jamás asociarlo con Irlanda a pesar de su espíritu combativo, de su locuacidad y de su sentido poético del humor (todos ellos estereotipos del carácter irlandés). Como consideraba que Cassius Clay era «un nombre de esclavo», un vestigio de la familia que había sido propietaria de la suya, se cambió el nombre por el de Muhammad Ali.
La cantante de jazz Billie Holiday definía de manera conmovedora en qué consistía vivir esta cultura de sufrimientos. «Ser negro en EEUU -comentó- es como calzar unos zapatos excesivamente pequeños. Tanto si eres activista como si prefieres no singularizarte, te harán daño los pies». Como dijo el escritor y premio Nobel William Faulkner, «el pasado no es Historia, ni siquiera es pasado», y esta historia de sufrimiento no es ni el pasado ni el presente de Barack Obama.
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