A Joan Saura lo conocí en L'Hospitalet cuando se presentó como candidato del PSUC a la alcaldía en el 87. Preparamos unas entrevistas de todos los candidatos con un título muy sugerente para la época: «Un día en la vida del candidato». Además de Saura, eran Juan Ignacio Pujana (PSC), Francesc Codina (CiU) y Jaume Oliver (PP).Con todos pasé un largo día de primavera, menos con Saura. No se presentó.

El conseller de Interior no recordará aquella anécdota pero nuestra relación empezó mal. Bien es cierto que es la única vez que Saura me ha fallado como político en relación a un periodista. El resto siempre ha estado atento y con ganas de colaborar con este diario, lo que se le agradece. El caso de Imma Mayol es diferente. Nunca ha fallado. Me parece una persona dispuesta siempre a hacer un favor. Todo un detalle. Existen dos tipos de personas: los que están en contra del mundo y de ellos mismos, de rebote, y los que están a favor de lo que les rodea, que es como estar a favor de la humanidad.

Imma Mayol es de esta calaña. Por lo tanto, siempre le he tenido un respeto como persona y también como político. Me parece una concejal seria, dispuesta a enfrentarse con el partido si es necesario. Y dispuesta a dejar las cosas claras frente a su gobierno municipal, aunque a Clos, en su momento, o Hereu ahora, estuvieran en total desacuerdo. Por lo tanto es valiente.

Su problema no es de valor. Es el dilema de una gran mayoría de personas que fueron cumbaya deu meu en una época de sus vidas y después quedaron estigmatizados por esa tan musical etapa.O no la superaron. Los cumbaya deu meu son personas que, entre los 70 y los 80, sus primeros amores, desilusiones, aventuras, riesgos y planteamientos políticos los cogieron de excursión, con una guitarra cerca y una hoguera calentando. Cosas que pasan.Yo también fui uno de ellos. Y mientras pasó, fue divertido.Pero las cosas pasan, como cambian las varillas de las gafas, tema de moda entre políticos e intelectuales.

Imma Mayol ha evolucionado, pero conserva ese aroma de izquierda progresista que se cree que todo consiste en llevar el pelo más o menos de una forma, los zapatos más o menos de una forma, leer un diario más o menos de una forma, consultar libros que afectan a la sociedad más o menos de una forma, beber blanco o tinto más o menos de una forma, viajar a países que ven la vida más o menos de una forma y comprometerse con las cosas cercanas más o menos de una forma. Siempre en la órbita de lo políticamente correcto.

En Cataluña, proclamarse hace unos años concejala antisistema hubiera levantado unas simpatías rápidas y contundentes. De hecho, es fácil aún para muchos sectores sentirse cerca de esta reflexión.Pero los políticos en general no pasan por un buen momento. El mundo de la política les mece en una cuna que los adormece. Me lo decía un diputado hace pocos días recién llegado al Parlament.«Tienes una sensación muy peligrosa para un político porque te sientes como resguardado de los peligros de fuera. Y tienes que recordar que tu padre era tornero y tu madre trabajaba en la limpieza, para conectar con la realidad».

La gente ha cambiado tanto que hasta los votantes del antiguo PSUC, ahora ICV tienen su casa y segunda residencia. Y un taller, o un taxi u otro piso que heredaron de sus padres y ahora lo venden o lo alquilan en Pubilla Casas o Nou Barris. Todos ellos no quieren una concejal antisistema, porque ella forma parte del sistema con su sueldo, el de su marido conseller y sin coche oficial. Porque, eso hay que reconocerlo, la Mayol va en autobús o metro.

Ya escribí que no podía entender como una mujer inteligente como ella se metiera en un laberinto tan complicado. Acepto que fuera una estrategia electoral no preconcebida. Digo no preconcebida porque a la Mayol no le hace falta un Lluís Bassats junto a ella.Funciona por intuición. Pero, si me equivoco, y no es una iniciativa de campaña municipal, es mejor que se desvincule rápido de ese laberinto. Si no acabará como Icaro, que por querer huir de Creta y creerse pájaro, ascendió cerca del sol y las alas se le deshicieron cayendo al mar como un pájaro muerto.

Ahora se ha puesto de moda, pero para mal. Por mucho que la gente cercana la apoye. Que no se lo crea. Los votantes no están siempre cerca. Además, tienen un nivel de información cada vez más elevado.Más listos. Con más criterio para intuir cuando «es puro teatro».Una canción valorada por la izquierda como correcta. Ahora se trata de cantar poco. Quien lo hace, la pringa.

alex.salmon@elmundo.es