NANDO GARCIA
No le pueden poner más palos en las ruedas al coche que desde hace casi dos meses conduce Joan Saura (Barcelona, 1950). El suyo es probablemente el más difícil de dirigir. A la mínima, se sale de la carretera. A las críticas políticas -aburridas y poco elaboradas como se puso de manifiesto en la comisión parlamentaria de esta semana- se le suma la incesante actualidad. Asaltos a casas, okupas desalojados, fiestas rave, y sobre todo, delitos, muchos delitos.
Y por si fuera poco, debe competir con su predecesora, a la que tanto le lucía el coche y que se convirtió en una piloto experta al sortear todas las curvas a base de trabajo y tesón.
Pero es que aún hay más. Cuando no había puesto la llave en el contacto, el jefe de los Mossos anunció que se bajaba del coche.Y más. La copiloto que lleva el conseller no sólo no le indica el camino a seguir ni le avisa de los peligros, sino que, además, se los crea. No es que el enemigo duerma en casa, pero casi.
Puede que el cargo no le sea el más propicio y que la idea de un jefe de la policía comunista lleve a imaginar a los Mossos empuñando flores donde había pistolas, pero Saura conocía las caracterítiscas de este coche. Analizó las prestaciones que tiene y lo que supone estar al volante de tanta carrocería. De momento, no se le han visto los tics que acaban cogiendo los que se sientan en esta clase de vehículos. Cierto es que no ha pasado de la segunda marcha y de que agarra fuertemente el volante con las dos manos, pero ¿no debería ser siempre así?
El único elemento externo que tiene a su favor es que nadie daba un céntimo por su carrera al frente de Interior. No hay duda de que la meta está muy lejos, pero con un poco de prudencia -que ya lo recomiendan los de la Dirección General de Tráfico-, sentido común y honestidad está demostrando que eso de conducir no es tan difícil como lo pintan. Veremos en el próximo semáforo.
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