Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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'Escuela de novias', al estilo de los 50
Un nuevo programa de 'telerrealidad' de la televisión pública alemana enseña a un grupo de 10 jóvenes las rígidas normas sociales y las labores del hogar de hace seis décadas
CARLOS ALVARO ROLDAN. Corresponsal

BERLIN. - En una nueva vuelta de tuerca del modelo Gran Hermano, se reúne a 10 chicas de entre 18 y 25 años en una enorme casa de campo escondida en el frondoso bosque de Schlösschen, cerca de Hünsruck (estado federado alemán de Renania-Palatinado), se les entrega un horrible y sencillo vestido gris oscuro con cuello blanco impoluto, se las dota de imposibles peinados, diademas y gafas de los años 50 y durante seis semanas se les instruye para ser unas perfectas amas de casa... al estilo de hace casi sesenta años.

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Esta es la nueva propuesta diaria, durante media hora, de la televisión pública alemana ARD. Prohibidos terminantemente los teléfonos móviles, el tabaco y salir de compras o a las discotecas. Alguien, quizás, debería haber introducido en la lista de noes el consumo de chicles, pero no es así y las alumnas del reality show Bräuteschule 1958 (Escuela de novias 1958) no paran de mascar una y otra vez ante las cámaras ocultas del palacete.

Pero es una de las pocas libertades que se permiten, amén de ninguna comodidad en sus espartanas habitaciones de tres camas. El resto del tiempo, sin un minuto libre al día, salvo una hora a la semana -cuando se les permite lavar su uniforme y vestir prendas informales, hacer batidos y escuchar rock & roll, todo ello también de la década de los 50 (cuando triunfaban Buddy Holly, Elvis Presley...)-, aprenden a ser las novias perfectas. Léase cocinar, coser y arreglar ropa, limpiar escrupulosamente, encerar, hacer la colada a mano sobre arcaicas tablas de madera, algo de matemáticas y expresarse correctamente en público... Igualito a como se hacía cuando Konrad Adenauer e Ike Eisenhower aún gobernaban, y en Alemania y Estados Unidos proliferaban esta suerte de escuelas para perfectas esposas y madres.

No queda ahí la cosa. Hannah, Julia y Katharina, entre otras, reconvertidas para su cita con el ecuador del siglo XX en señorita Hannah, señorita Julia y señorita Katharina, también aprenden normas de decencia, cómo servir correctamente la comida, a comportarse en la mesa, a saludar elegantemente con una leve inclinación, a cuidar de los hijos, a bailar en salones que ya hace tiempo dejaron de existir, a ahorrar a la hora de llevar las cuentas del hogar y, en definitiva, a hacer feliz a su marido.

«Orden, disciplina y buen comportamiento» son las tres máximas de la rígida directora del centro de enseñanza, Barbara Dittrich. En el capítulo del jueves obligaba por cuatro veces a una alumna a corregir la forma en la que le servía agua de una jarra. La joven acabó llorando. Lo surrealista es que se trata de su hija en la vida real, Hannah.

«Me lo planteó y lo propuse a la dirección», asegura Dittrich en la página web de la ARD. El incidente se salda con un aparte entre madre e hija y otra compañera, y las lágrimas se transforman en abrazos y besos de reconciliación. Todo ello convenientemente registrado ante las cámaras.

Para alguna de las futuras adalides de la decencia y las buenas costumbres, el hecho de no poder fumar resulta un inconveniente que es necesario solventar. Y en oscuros paquetes de tabaco, ocultos en cualquier rincón a los ojos de la directora y su mano derecha, la profesora Antje Limbrock, a la señorita Katharina se le ha podido ver en las pantallas echando humo junto a la señorita Elisabeth.

Y aun en prisión, las jóvenes reciben visitas. De amigos, con los que aprenden a bailar el vals, e incluso de auténticos ex miembros de aquellas hasta ahora olvidadas Bräuteschule. Como es el caso de Frau Fesse, que fue alumna y dirigió una de ellas.

Escuela de Novias 1958 ha generado críticas antes incluso de que comenzara su emisión. En su página electrónica, la ARD recoge alguna de ellas, como la de la escritora Katja Kullman, que califica el programa de «reaccionario». El actor Olivier Mommse, por su parte, califica el proyecto de «divertido», aunque advierte a los hombres: «No se hagan ilusiones, que no volveremos al paraíso del que se nos expulsó».

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