Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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 CRONICA
ESTUDIO / EN BUSCA DE UN PATRON REAL
LA TALLA DE LAS MUJERES DE QUARTELL
LAS VECINAS de este pueblo valenciano han sido elegidas para comenzar el tallaje de las mujeres españolas. CRONICA se ha adelantado a la máquina con tecnología láser que empleará Sanidad y ha visitado el pueblo. Todas defienden la iniciativa
BEGOÑA CLÉRIGUES

Buena parte de las españolas no caben en los vestidos que fabrican las grandes firmas de moda. Los diseñadores llevan años empecinados en crear modelitos para mujeres escuálidas, sin curvas, con poco culo y menos pecho. Pero la realidad es que a partir de los 30 resulta difícil enfundar el cuerpo en un vestido de la talla 40 o cubrir el escote con una camiseta de la XS.

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El Ministerio de Sanidad está dispuesto a acabar con esta especie de locura que amarga los días de compras a más de una mujer. Para arreglarlo va a tomar las medidas a 8.500 españolas de 12 a 70 años de edad. El resultado de ese estudio servirá para crear un nuevo patronaje homologado que respetará el 80% de los fabricantes españoles.

Quartell, en Valencia, ha sido uno de los pueblos elegidos al azar para completar el estudio. Sus 1.400 habitantes están revolucionados. Las mujeres atienden por teléfono a algún que otro periodista que se interesa por su dieta: arroz al horno o con alubias y nabos; embutido con pisto o con habas fritas; pastelitos de boniato o de calabaza. Y naranjas, muchas naranjas, que por algo dicen que en Els Valls crecen las mejores naranjas de Valencia. Una dieta muy mediterránea que da cuerpos con traseros que requieren una 52 de falda.

Aunque, realmente, la mayoría de las entrevistadas con esa medida confiesa que su talla es la 48 , y no por ello se sienten gordas. Sólo se cuestionan la necesidad de adelgazar cuando van de compras. Muchas de ellas acaban en la sección de tallas grandes porque buena parte de los fabricantes sólo cortan hasta la 46. A partir de ahí se abre para ellos el universo de lo grande, lo enorme, lo anormal.

En el Bar de Quartell un grupo de amigas toma café el día de mercado. Hablan de las tallas porque ya saben lo que se les viene encima. A estas alturas, en el pueblo no se habla de otra cosa. «Mi hija salía de las tiendas llorando porque no encontraba ropa de su talla. Y eso que es guapísima, pero creía que se fijaban en ella por estar gorda. Es indignante que tuviera que ir a tallas grandes, que encima son más caras, siendo sólo una cría», cuenta Amparo.

La ministra de Sanidad, Elena Salgado, dice que no es razonable, en una sociedad moderna y avanzada que se creen estereotipos de belleza alejados de la realidad social. Las mujeres de Quartell comparten su opinión y recuerdan que la obsesión por adelgazar es relativamente reciente: «Antes nos reíamos de la más delgada -dice Rosa-. Me acuerdo de alguien que tenía que ponerse dos faldas, una encima de otra, porque si no, los chicos no se fijaban en ella».

El estudio del Ministerio servirá también para que los fabricantes se replanteen las proporciones de las mujeres españolas, que quizás sean más anchas de abajo que de arriba. Josefa Escrig, propietaria del bar, dice que en cada tienda las tallas son distintas: «Y lo peor es que si la falda te va bien, lo de arriba te queda grande».

Isabel Castellano comparte esa opinión: «Yo necesito una 48 arriba y una 52 abajo, con lo cual siempre acabo en la modista». Isabel es una de esas mujeres que tienen la suerte de encontrarse a gusto con su pellejo: «¿Tú me ves mal?, no ¿verdad? Yo me encuentro bien, ¿a que no estoy gorda? Pues cuando voy de compras y pido la 52, de alguna forma siento que lo estoy».

A partir de los 30, sólo alguna afortunada como Eva Vilar confiesa no tener problemas. Ella usa la 36. «El problema es que hoy en día, las chicas, a partir de los 35, ya no aceptan su cuerpo y no saben que lo peor viene a partir de los 50, que es cuando todo empieza crecer y pierdes la cintura», asegura una mujer mayor que se acerca al corrillo. Sin embargo, la talla de Eva no es la más frecuente entre las vecinas. Fina Cueco, que tiene una mercería en el centro del pueblo, dice que «la 36, ni la traigo. No se vendería».

Las señoras de Quartell están encantadas con su suerte. La toma de medidas -contorno de cintura, cadera, sisa, cuello, espalda y así hasta 40 distintas- no se hará con un metro. Según Vicente Moret, un sastre valenciano con muchos años de oficio, para tomarlas todas hay que estar más de 20 minutos en el probador y eso, multiplicado por cada voluntaria, sumaría mucho tiempo.

El Ministerio traerá a Quartell una cabina equipada con tecnología láser digital, capaz de escanear la anatomía y reproducir fielmente la imagen de cada mujer en tres dimensiones en apenas 30 segundos. Dentro de la cabina, un barrido lumínico, sin contacto físico, tomará 130 mediciones diferentes de casi 40 puntos corporales. De manera manual se medirán también los pliegues del tríceps y del omoplato.

A las vecinas de Quartell, la descripción de la cabina les suena a ciencia ficción, aunque la mayoría tiene claro que va a participar en el estudio. Y es que la ministra Salgado ha puesto el dedo en una llaga que desde hace tiempo duele a muchas mujeres.

El proyecto del Ministerio servirá para aportar algo de cordura entre los fabricantes españoles: Inditex, Cortefiel, Mango, El Corte Inglés y la Asociación de Creadores -Schlesser, Verino, Ruíz de la Prada, Montesinos, Pernas, etc.- han suscrito el acuerdo. «A mí me parece muy buena idea la unificación de las tallas. Ya era hora de que nos pusiéramos todos de acuerdo para no crear tanto desconcierto entre los clientes. No puede ser que en una tienda uses una 38 y en la de la esquina la 38 no te quepa», asegura el diseñador Francis Montesinos.

Pero el galimatías de las tallas no se acabará porque cada país seguirá haciendo lo que le venga en gana. Así, una 44 italiana equivaldrá a una 40 francesa, a una 38 alemana, una ocho norteamericana o una 12 inglesa. Y todas ellas seguirán siendo imposibles para las mujeres que viven alejadas de las pasarelas, las revistas, las fotos retocadas, las clínicas de estética y las sesiones de gimnasio de cuatro horas diarias.

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