A. LUCAS
PENÉLOPE
La nena se hace mayor. Tiene los ojos incubados en carbón de Alcobendas. Bigas Luna le perfumó las tetas con aroma de tortilla de patata, allá en Jamón, jamón. Desde entonces no se ha bajado del cartel. Trueba le sacó lo mejor y Almodóvar la ha hecho virgen despeinada de su santoral en la ermita del cine. Tiene la espontaneidad de las que hablan de balcón a balcón en las noches del barrio. Y así ha conquistado Hollywood, bailándole a Tom Cruise y al resto de su troupe fálica como una Bella Otero de extrarradio, con algo de pantera sindical. En Beverly Hills ha acumulado un baúl de películas malas y una bodega de novios ricos.
La victoria. Es la primera actriz española candidata al premio a la Mejor actriz en los Oscar.
CONSTANTINO I
Que lo repartan. Algunas monarquías con lamparones tienen la costumbre de sacar a subasta pequeñas ráfagas de su lujo. Amasan una fortuna que habría que preguntar a quién pertenece en verdad y con el botín pasan el verano en Balmoral u otros serenguetis de muy rancio abolengo. La esclerosis de las monarquías en ocaso tiene estos detalles feos, como el del rey Constantino de Grecia, que se ha llevado al perista todo el ajuar del bisabuelo para ganar unos duros con los que mantener el panteón, el mayordomo y el barco. Tres objetos de primera necesidad en palacio. Hay que joderse.
La derrota. Grecia lleva el asunto a los tribunales ante la sospecha de la procedencia de algunas piezas. Lo dicho.
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