Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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 CRONICA
Georg Gänswein
EL SECRETARIO MAS SEXY QUE UN PAPA TUVO
IRENE HDEZ. VELASCO. Roma

A primera vista, el Vaticano no parece el lugar más propicio del mundo para generar sex symbols y, mucho menos, iconos gays. Sin embargo es justo allí, a la sombra de la fabulosa Basílica de San Pedro, entre los muros del Palacio Pontificio, donde ha emergido la penúltima estrella mediática, la nueva fantasía erótica, el más reciente objeto de deseo.

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Se llama Georg Gänswein, tiene 50 años (aunque no los aparenta), es rubio, alto, de ojos azules, decididamente guapo, de porte atlético... Pero, sobre todo, es sacerdote y, más concretamente, el secretario personal de Benedicto XVI. Amén del monseñor más sexy de la historia, título que le ha sido concedido por aclamación popular y del que dan fe las numerosas fotografías suyas que circulan por Internet, sobre todo en páginas web destinadas a homosexuales.

Aunque el padre Georg (el George Clooney del Vaticano, como le llaman sus fans) no sólo vuelve locos a los gays. Las señoras también suspiran por ese apuesto cura que se da un aire a Hugh Grant. Tanto es así que la revista femenina italiana Grazia dedica en su último número un amplio reportaje al secretario de Benedicto XVI, del que sentencia directamente que «para las chicas es más famoso que el Papa». Ya antes fue el semanario Chi el que consagraba su portada al sacerdote, publicando en rigurosa «¡exclusiva mundial!», tal y como destacaba la propia publicación, unas fotos que mostraban al brazo derecho de Benedicto XVI sudoroso, jugando al tenis en camiseta y con unos recatados pantalones cortos color gris oscuro. ¿El precio de mercado de las fotos? 1.500 euros cada una.Y Donatella Versace confesaba la semana pasada haberse inspirado en él para crear su última colección para hombre: sobria, austera, rigurosa y con alzacuellos. «Nunca he conocido al padre Georg, pero me fascina. Con mi nueva colección he querido subrayar como el referente masculino se está desplazando hacia un hombre caracterizado por menos músculos y más alma. Un hombre profundamente moral, pero al mismo tiempo progresista».

VIDA PRIVADA.

Don Georg lleva 13 años en la Santa Sede. Pero hace solamente dos que comenzó a ser objeto de veneración cuando su jefe desde 2003, Joseph Ratzinger, fue elegido Pontífice y él, como su secretario personal, adquirió mayor visibilidad, suscitando enseguida un enorme interés: «¿Quién es ese bellezón que le acerca las gafas al Papa? ¿El guapo aquel que le sostiene el discurso? ¿El apuesto sacerdote que ocupa el asiento de atrás del Papamóvil?».

Las preguntas de carácter biográfico sobre el secretario personal de Benedicto XVI hace ya tiempo que fueron respondidas, incluida las relativas a su pasión por el tenis, el ski o el fútbol o las que hacen referencia a su afición a tocar el clarinete. Se sabe que pasó por el seminario de Friburgo, que fue ordenado sacerdote en Roma, que estudió Derecho Canónico en la Universidad de Munich, licenciándose en 1995 y que, antes de ponerse al servicio de Joseph Ratzinger, dio clases en la Santa Croce, la Universidad Pontificia del Opus Dei en Roma. Pero, ahora, también ha salido a la luz su pasado sentimental. Grazia envió a una reportera a Riedern am Wald, el remoto pueblo alemán de cerca de 400 habitantes, situado en pleno corazón de la Selva Negra, donde el 30 de julio de 1956 vino al mundo Georg Gänswein. Su misión: husmear en la vida privada (sobre todo amorosa, se entiende) de uno de los hombres más poderosos del Vaticano.

Nos enteramos así de que, en sus años mozos, el bello Georg tocaba el clarinete en un grupo, que salía a beber cervezas con los amigotes, que cantaban canciones subidas de tono sobre las mujeres y que en ocasiones se mostraba bastante irreverente, como aquella vez en la que jugando al fútbol el árbitro le sacó la tarjeta amarilla y le preguntó cómo se llamaba. «Franz Beckenbauer», respondió él en plan desafiante citando el nombre del más grande futbolista alemán, una chulería que le valió la tarjeta roja. En fin, que don Georg fue un adolescente absolutamente normal, incluido en lo sentimental: no fue un gran seductor, pero tampoco un asceta. Antes de ingresar con 20 añitos en el seminario de Friburgo, el hoy fiel secretario de Benedicto XVI tuvo durante tres años una novia, a la que plantó precisamente para meterse a cura. La chica en cuestión, que lloró como una Magdalena tras ser abandonada por el susodicho, se llama Gaby Schätzle, está casada y vive en un pueblo cercano a Riedern am Wald. La aguerrida enviada de Grazia ha tratado de entrevistarla sobre su relación con Georg, pero ella ha guardado un respetuoso silencio. «Ese es un asunto del que no deseo hablar», ha respondido muy digna. La revista especula con la posibilidad de que, 30 años después, la tal Gaby aún sea incapaz de entender la decisión del que fuera su novio de vestir la sotana.

NOVIA DISCRETA.

El propio padre Georg, por su parte, nunca ha ocultado que en su juventud salió con chicas. En la única entrevista que ha dado desde que Benedicto XVI fuera elegido Papa, concedida en julio pasado a Radio Vaticana con motivo de su 50 cumpleaños, el sacerdote hablaba abiertamente sobre su relación con las mujeres. «Nunca he tenido problemas con el llamado sexo débil (sic), hasta hoy siempre he mantenido con él una relación serena y muy natural. Obviamente en mi juventud había chicas a las que veía encantado, debo decir que a algunas más encantado que a otras». Una confidencia con la que las mentes más retorcidas y calenturientas consideran que buscaba acallar los rumores sobre su supuesta homosexualidad que circulaban por Roma...

Con resignación cristiana, el secretario del Papa admite ser consciente de las pasiones que despierta. Aunque no se muestra nada a gusto con el papel de sex symbol que le han adjudicado los medios de comunicación, incluido el Avvenire, el periódico de la Conferencia Episcopal italiana, que no ha dudado en describirlo como «rubio, de 1,80 metros, físico deportivo y decididamente guapo». «Fueron los periódicos italianos los que comenzaron a escribir de manera simpática respeto a mí, llena de halagos», afirmaba en julio pasado a Radio Vaticana. «Al principio esos comentarios me sorprendieron e incluso me irritaron un poco, no sabía cómo actuar. ¿Debía fingir que no veía ni oía nada? Al final los he ignorado y con el tiempo me he acostumbrado», confiesa el padre Georg, que (erróneamente) piensa que ahora se presta más atención a su alma que a su físico. «Creo ahora que se mira no sólo el aspecto exterior sino también la sustancia de la persona».

Después del pertinente examen de conciencia, monseñor Georg no duda en señalar la determinación, la fiabilidad, la corrección y la franqueza como algunas de sus virtudes. Y confiesa que la falta de paciencia es uno de sus grandes defectos. «Soy un hombre que se debe esforzar con paciencia en ejercitar la paciencia», dice. Pero va a necesitar paciencia, mucha paciencia, para seguir cargando con el sambenito de sex symbol.

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