C. E. C.
El Manchester United tiene un puñado de grandes jugadores. Hoy en día es, junto al Arsenal de Wenger, el equipo que mejor se lo hace pasar a la afición, que es el principio de todo este invento.
Entre esos grandes futbolistas se encuentra Wayne Rooney, un prodigio físico de la naturaleza y con un sentido del juego espectacular. Por eso, el atacante (su posición es indefinible porque es una máquina de aspas en permanente movimiento) ayer volvió a deslumbrar en Old Trafford, ante su gente, que se marchó a casa no sólo con un triunfo sobre el Portsmouth en los dieciseisavos de la Copa, sino con la certeza de haber presenciado uno de los mejores goles que se han marcado en su estadio. Rooney se inventó una vaselina sencillamente perfecta que entró por la escuadra derecha de James. El ex portero internacional inglés se quedó mirando la pelota sin moverse. Sólo le faltó aplaudir.
La decisión de Rooney de optar por esa acción fue inesperada, ya que lo más previsible era que no se detuviera en seco frente a la frontal del área. Lo hizo casi sobre la línea, mientras sus dos defensores derrapaban hacia atrás sin poder reaccionar; Rooney levantó la vista lo justo y volvió a mirar el balón para elevarlo sin piedad.
No sólo fue un grandísimo gol, sino que fue el del triunfo. Rooney había marcado otro antes, tras una preciosa combinación en carrera entre Larsson, Giggs y el goleador. Tras el 2-0, el Portsmouth marcó, pero no llegó a poner en riesgo la eliminatoria.
El Middlesbrough no lo hizo nada bien y sólo pudo empatar (2-2) en casa del Bristol. No jugó el español Gaizka Mendieta, que quiere acelerar su traspaso a la Real Sociedad. Su actual entrenador, Gareth Southgate. Hoy juega el Arsenal ante el Bolton y el Chelsea frente al Nottingham (15.00 h. La Sexta).
|