PABLO CASADO
Negar un problema es impedir su solución. Y en Alcorcón hay un serio problema de violencia juvenil que se empeñan en negar las dos administraciones con competencia en materia de seguridad ciudadana: el Ayuntamiento de esa localidad y la Delegación del Gobierno.
Demasiados jóvenes alcorconeros están hartos de la violencia, la extorsión y la amenaza de grupos radicales. No necesitan que el Ayuntamiento reconozca o niegue su existencia, ya los ven con sus propios ojos en las canchas, los parques o en la estación de tren. No les importa si son Latin, Ñetas, skin o sharp, lo que quieren es que se acabe con la delincuencia para poder vivir tranquilamente en su ciudad.
De nada sirve esconder la cabeza como el avestruz o buscar chivos expiatorios, culpando a los medios de comunicación y a otras formaciones políticas de alarmismo, como ha hecho el Partido Socialista. Eso es matar al mensajero y mirar hacia otro lado. Eso es ocultar el verdadero problema debajo de la alfombra sin atajar la inseguridad que se viene sufriendo en Alcorcón durante demasiado tiempo.
Es intolerable que, con tres heridos en el hospital, Simancas afirme que allí se disfruta de los mejores índices de seguridad de la región. Un error que recuerda a cuando presumió de «urbanismo decente» en Ciempozuelos, o al famoso «estamos mejor que hace un año» previo al «accidente mortal» en la T-4.
Los responsables políticos deben actuar con prudencia y responsabilidad. Para resolver la situación que se ha creado en Alcorcón no bastan los mensajes buenistas ni la corrección política. No son suficientes los despliegues policiales puntuales, ni las llamadas concretas a la calma. Hace falta claridad de ideas y medidas continuadas para que no se vuelvan a repetir incidentes de violencia juvenil. La mayoría de los jóvenes rechazamos a los violentos e intolerantes y no merecemos ser noticia por altercados y reyertas callejeras.
Pero por desgracia el alcalde, Enrique Cascallana, y la delegada del Gobierno, Soledad Mestre, han emprendido una huída hacia delante, parcheando la situación sobre la marcha, en vez de afrontar el problema en toda su dimensión.
Aún pueden aceptar la colaboración que ha ofrecido la Comunidad de Madrid para luchar contra la delincuencia. Aún pueden poner en marcha políticas eficaces que atajen la inseguridad en Alcorcón. Aún pueden combatir la violencia que están sufriendo muchos jóvenes alcorconeros. Pero si no están dispuestos a hacerlo, lo mejor es que dejen paso a los que sí lo están.
Pablo Casado Blanco es presidente de Nuevas Generaciones de Madrid
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