Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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Los paralelismos entre la 'institutriz' y el 'policía'
Enfrentados en la carrera hacia el Elíseo, Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy tienen en común detalles biográficos y políticos
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- El avance de Le Pen, la deserción de las urnas y el rechazo plebiscitario a la Constitución europea habían degradado el escenario democrático francés. Eran los síntomas evidentes de la distancia que se abría entre la clase política y la ciudadanía, aunque Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy, rivales en tantos frentes con el trasfondo de una ambición similar, tienen en común el mérito de haber devuelto a la opinión pública el interés por el porvenir de la República. No es el único aspecto político y biográfico que les emparenta.

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La generación.

La candidata socialista y el líder del UMP (Unión para un Movimiento Popular) pertenecen a la misma generación. Ella va a cumplir 54 años, mientras que Sarko nació en 1955. Quiere decirse que nunca el trono de Francia se lo habían disputado dos aspirantes tan jóvenes, resultado evidente de un relevo generacional que destrona el principio de la gerontocracia y que jubila a todos los elefantes con la única excepción de Le Pen. El líder del Frente Nacional, a sus 79 años, se cree en condiciones de jugarse la segunda ronda con Royal, emulando la machada de 2002.

El origen.

La victoria de la Zapatera o el triunfo de Sarkozy arrojan, en cualquier caso, la novedad de un extranjero en la jefatura del Estado. Madame Royal nació en Dakar (Senegal) antes de independizarse el país africano y transcurrió muchos años de su infancia en las colonias antillanas. Nicolas Sarkozy vino al mundo en París, pero su apellido interminablemente aristocrático (Nicolas Paul Stéphane Sarkozy de Nagy-Bocsa Mallah) denota el origen húngaro de su padre y la raíz greco-judía de su madre.

El padre ausente.

He aquí una cuestión digna de tratarse en un simposio de psicoanálisis, puesto que el futuro o futura residente del Elíseo presenta como curiosidad biográfica el trauma del padre ausente. Uno, el de Ségolène, militar fuera de casa y más aún dentro de ella, se divorció de su esposa con la mediación de un ujier y condenó a toda su estirpe. El otro, el de Nicolas, fue una especie de mujeriego compulsivo. Desapareció del hogar prematuramente (1959) y contrajo en total cuatro matrimonios. Conviene recordarlo porque Sarko tuvo que madurar muy pronto y colaborar con su madre en la economía familiar. Igual que le sucedió a Ségolène, referencia carismática de sus ocho hermanos en periodos de tristezas y penurias.

Vida familiar.

Los antecedentes mencionados anteriormente explican las precauciones que han adoptado Sarkozy y Royal en cuestiones matrimoniales. Ella ha renunciado a un casamiento oficial, pero tiene cuatro hijos con François Hollande, primer secretario del Partido Socialista. El líder del UMP, en cambio, contrajo nupcias con Cecilia, la bisnieta de Albéniz, aunque antes ya se había casado con Marie-Dominque Culioli, natural de Córcega y madre de dos hijos que tienen en su pasaporte el apellido Sarkozy.

Llama la atención, además, que el propio ministro del Interior oficiara, como alcalde de Neully -una especie de La Moraleja parisina-, el primer matrimonio de Cecilia. Sucedió en 1989, siete años antes de que el oficiante de aquella ceremonia y la misma novia se reunieran en el altar, pero esta vez como protagonistas del nuevo matrimonio.

La prensa rosa.

Unas y otras historias redundan en el atractivo que Ségo y Sarko despiertan en la prensa del corazón. Son fotogénicos y telegénicos, aunque tratan de preservar su vida privada con todos los medios a su alcance. Particularmente el ministro, cuyas amenazas evitaron la salida de un memorial que contaba el adulterio de Cecilia con un apuesto publicitario. La historia se ha conocido por otras muchas fuentes, como también han trascendido este verano unas fotografías de Royal en bañador y otras relacionadas con su portavoz castigado, Arnaud Montebourg, a quien la revista Gala denominaba como el playboy de Ségolène. Es sólo el principio de la campaña cuché que les espera a los ambiciosos presidenciables.

Populares... o populistas.

Politólogos y sociólogos analizan con escrúpulo el fenómeno de Ségolène y el de Sarkozy en la medida en que ambos personajes frecuentan la línea sutil que separa la popularidad del populismo. Es verdad que la responsabilidad de sus respectivas candidaturas parece haberles aportado mesura, pero no hay que viajar muchas semanas atrás en las hemerotecas para encontrarse expresiones oportunistas. Primer ejemplo: «Mi opinión es la del pueblo francés» (Royal). Segundo ejemplo: «Yo escucho al pueblo y el pueblo me escucha a mí» (Nicolas Sarkozy).

Los valores.

Patria, familia, orden, disciplina, tolerancia cero con la violencia, inmigración restringida, meritocracia, valores republicanos. Cualquiera de estos aspectos y expresiones concierne de la misma manera a Ségolène y a Nicolas. Redundando, seguramente, en la fama que la primera tiene de institutriz y en el orgullo que el segundo demuestra cada vez que se le menciona como primer policía de Francia. No son meros cálculos electorales, sino aspiraciones políticas comunes que sirven de prueba a un programa igualmente transversal.

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