Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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 NUEVA ECONOMIA
DAVOS LANZA UNA NUEVA GLOBALIZACION
El cénit del capitalismo, reunido en Davos, augura un gran año de crecimiento económico y se apresta a dar otra vuelta a la tuerca de la globalización al pactar el mayor programa de liberalización comercial de la Historia. La UE ayuda a reactivar la Ronda de Doha ofreciendo un recorte del 50% de los aranceles a los productos agrícolas mundiales.
Carlos Segovia / Davos

En una de la selectivas cenas del pasado jueves en los lujosos hoteles de la estación alpina de Davos no estaba invitado el hombre más rico del mundo, Bill Gates. El organizador era el profesor estadounidense Nicholas Negroponte y en la decena de invitados se podía ver al magnate de los medios de comunicación, Rupert Murdoch, al próximo primer ministro británico, Gordon Brown, o al director de estrategia del gigante estadounidense Citicorp, Clark B. Winter, entre otros. Pero ni rastro del presidente de Microsoft. Negroponte informó a los comensales de que ya tiene listo su proyecto filántrópico de distribuir ordenadores a millones de niños de los países subdesarrollados con un coste de 100 dólares por unidad y que necesitaba financiación. Pero teme a Gates.

El presidente de Microsoft, Premio Príncipe de Asturias, es el impulsor de un programa de vacunas espectacular en el Tercer Mundo, pero Negroponte cree que intentará impedirle su proyecto de revolucionar el mercado de ordenadores con esta iniciativa.

«Nicholas tuvo muy buena acogida y es interesante la conciencia que está tomando el poder económico en este tipo de proyectos. Va más gente de nivel a un encuentro así que a otro que organice un gran banco de inversión para explicar oportunidades de negocio», confiesa a este diario uno de los escogidos asistentes.

La cena de Negroponte es sólo un síntoma de que en la élite que participa cada año en el Foro Económico Mundial se asume ya que la globalización, que tantos ingresos está produciendo a las multinacionales, puede estrellarse si no se retoca en profundidad y se hace más amable para la población. Quieren arrimar el hombro siempre que no afecte a sus intereses empresariales.

«No nos engañemos, la globalización asusta a mucha gente», afirmó en sesión plenaria ante el auditorio de la localidad suiza la canciller alemana, Angela Merkel. Y advirtió que los ganadores de hoy, pueden no serlo mañana. Puso como ejemplo el grupo alemán de maquinaria KTR, que ha decidido «trasladar su fábrica de China a Bostwana, porque los costes laborales eran aún más baratos».

«Los beneficios de la globalización sólo han llegado al 10% de la población», afirma Laura Tyson, decana de la London School of Economics. «El punto clave que hace vulnerable a este proceso es la bajada de los salarios».

«Puede resurgir el proteccionismo, lo cual sería un error», coincidió el presidente del grupo financiero American International Group, Jacob A. Frenkel. Por eso, ayer mismo, una treintenta de ministros de Comercio de todo el mundo acordó reanudar las conversaciones de la llamada Ronda de Doha, es decir el mayor programa de liberalización comercial de la Historia. Se reinicia así la que será una nueva vuelta de tuerca a la globalización en la que se bajarán o suprimirán aranceles para bienes y servicios entre 150 países. El comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, desoyó ayer a Francia y confirmó que está dispuesto a rebajar un 50% como media los aranceles a los productos agrícolas del resto del mundo, siempre que EEUU tenga un gesto. «Me han llamado algunos ministros para quejarse, pero o nos movemos o no habrá acuerdo, y eso sería un duro golpe para el multilateralismo. Es mejor un acuerdo imperfecto que un fracaso», confesó el británico. No dijo si le llamaron de España, segunda potencia agrícola de la UE.

Pero Mandelson, como la mayoría de reunidos en Davos, sostiene que «la agricultura tiene un peso relativo». Lo importante es relanzar el comercio mundial «y hay cientos de miles de millones de euros en juego». «Los empresarios tenemos que implicarnos y ayudar a los políticos», afirma E. Neville Isdell, presidente de Coca-Cola.

Él es uno de los 60 dirigentes empresariales firmantes de un manifiesto que recuerda que «el comercio es el motor del crecimiento mundial y es la mejor ayuda para los países pobres». Entre ellos hay una española, la presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín.

La buena situación económica internacional ha reanimado a los líderes políticos a reanudar las negociaciones, suspendidas desde el pasado julio, porque cuando hay bonanza es más fácil alcanzar pactos que implican sacrificios. El primer ministro británico, Tony Blair, auguró el cierre de la Ronda de Doha «en unos pocos meses». «Si no alcanzamos un acuerdo pronto será muy malo para el mundo», sostuvo el presidente Lula de Brasil.

«Estamos ante un problema político, no económico, nadie se atreve a tomar medidas que puedan costar votos, pero Bush, Blair, Merkel, Chirac o yo tenemos que preguntarnos si somos estadistas o mediocres», proclamó el presidente brasileño, que es un convencido de que debe aparecer por Davos para no despertar las reticencias que generan otros líderes latinos ante el gran capital mundial. El presidente de México, Felipe Calderón, de 44 años, se presentó en Davos presumiendo de que él no es ni Hugo Chávez ni Evo Morales.

Calderón afirmó que su mensaje en su inminente visita a España será el de que, frente a la inseguridad jurídica que han tenido las empresas españolas en otros países del continente, «en México se trabaja para crear empleo y atraer inversiones».

De momento, el acuerdo en la Ronda de Doha supondrá la apertura de mercados emergentes y subdesarrollados a los automóviles, tecnología o servicios financieros del primer mundo, mientras que éste dejará entrar más fácilmente a productos textiles y agrícolas. Muchos españoles se beneficiarán de una posible expansión internacional de sus empresas y otros muchos padecerán la entrada a más bajo precio de no pocos productos del Tercer Mundo. Y como ellos, en muchos países occidentales. «Puede haber una reacción violenta de clases medias en el mundo desarrollado que pierdan sus empleos», pronostica el economista estadounidense Robert Schiller, el que previó la burbuja bursátil de Wall Street en la pasada década. «Una de las tragedias es que hablamos de paro y no hay empresario en Davos que no se queje de la falta de mano de obra especializada», lamenta el director general de la consultora McKinsey, Ian E. L. Davis.

En España, sólo las organizaciones agrarias han oído hablar de la Ronda de Doha, porque están viendo ya sus primeros efectos en reformas como la de las frutas y hortalizas. El Gobierno español no ha planteado ningún debate y el ministro de Comercio, en este caso Joan Clos, estuvo ausente en la reunión de ayer, como viene siendo habitual en este tipo de encuentros informales. La francesa, Christiane Lagarde, sí se acercó a intentar presionar a Mandelson.

Ningún representante del Gobierno español ha participado estos días en los debates del Foro Económico Mundial, que se celebran generalmente en inglés. Han asistido, como es habitual, más de 2.000 representantes de gobiernos, empresas multinacionales y organizaciones no gubernamentales. Tras tres décadas de funcionamiento, el Foro Económico Mundial ha perdido glamour como plataforma política al ser considerado el cénit del capitalismo y la globalización. Los dirigentes adscritos a la izquierda se cuidan, en general, de ser vistos en la lujosa estación de esquí suiza y los foros sociales alternativos han ido ganando terreno. Pero para los que quieren olfatear ideas y negocios sigue siendo una buena plataforma. No se lo suelen perder los pocos empresarios españoles que dominan idiomas y que creen que participar en el evento ayuda a ser alguien en el tablero mundial. Es el caso del presidente del BBVA, Francisco González, la mencionada Botín, o el presidente de Ferrovial, Rafael del Pino. Este año ha asomado también el presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, que aspira a ser líder mundial de las energías renovables.

«He notado mucha confianza en la situación económica», asegura González. El clima en Davos roza la euforia a corto plazo. La economía mundial volverá a crecer a ritmos del 5% este año, con China (10,5%) en papel estelar. Pero hasta Europa crece. El presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, apostó ayer por un crecimiento del 2% en la zona euro. El francés lamentó «cómo se infravalora que desde la creación de la moneda única en 1999 se han creado en la zona 12 millones de empleos, más que en los ocho años anteriores en los mismos países». Pero las miradas ayer se centraban en el subsecretario del Tesoro, Robert M. Kimmit, porque la única incógnita de 2007 es el alcance de la desacelaración estadounidense. «Pese a lo que se dice, nuestras perspectivas a corto plazo son positivas, ya ha habido señales de recuperación en el último trimestre de 2006 e incluso el mercado de vivienda se estabiliza», tranquilizó Kimmit. El profesor estadounidense Nouriel Roubini, discrepa. «Hay tres osos muy feos que asoman: una recesión en el mercado inmobiliario de EEUU que aún no ha tocado fondo; el comienzo de una crisis crediticia; y la vuelta a precios del petróleo de más de 60 dólares por barril».

La crisis crediticia. Los banqueros de todo el mundo constataron en un debate que está creciendo a niveles alarmantes el apalancamiento, es decir, la compra de activos a través de fuerte endeudamiento. Y ese fenómeno es especialmente delicado en el sector financiero español con el grupo Santander a la cabeza financiando las grandes operaciones del momento.

Para Trichet, «no hay que bajar la guardia tampoco en la inflación» y recordó que «el petróleo sigue ahí como un riesgo», aunque estable, de momento. Pero no ofreció ninguna señal de que vaya a continuar la escalada de subida de tipos de interés de los últimos meses. Kimmit aprovechó para reprochar al vicepresidente ejecutivo del Banco de China, Min Zhu, el alto superávit comercial que mantiene con el mundo occidental sin tomar medidas para ello. «Las exportaciones sólo representan el 15% del crecimiento de la economía china, mientras que el consumo interno representa el 20% y las inversiones, el 40%», aseguró Zhu, quien cree que la expansión de su país responde a un modelo más equilibrado que en los últimos años. ¿Y la democracia? «Se puede ser democráta sin tener elecciones libres», sostuvo el dirigente del partido comunista chino Cheng Siwei -que estudió de joven en EEUU-.

China, India, Rusia o México... las llamadas economías emergentes representan ya el 50% de la economía mundial y atraen ya más auditorio en Davos que las potencias tradicionales. El vicepresidente del Gobierno ruso y favorito para suceder a Vladimir Putin en las elecciones del próximo año, Dimitri Mevdevev, entró ayer pisando fuerte. Justificó que el Estado ruso siga controlando Gazprom, el temido gigante energético, pero afirmó que será «un proveedor fiable» y cumpliendo «su responsabilidad de suministrar gas a Europa y a Asia». No obstante, reivindicó que su país debe volver a ser «un líder de investigación científica» y lanzó esta frase al auditorio: «No obligaremos a nadie a amar a Rusia, pero no permitiremos que se la hiera». Mevdevev, de 42 años, pertenece a una nueva generación de dirigentes rusos arrogante y poderosa. «En dos años vamos a superar en PIB a Alemania, Francia e Italia», proclamó. A España ni la mencionó.

En Davos se ha hablado más que nunca de la energía y el cambio climático. «De los 10 mayores desastres de la Historia del planeta, seis se han producido en los últimos años», afirmó el estadounidense James Schiro, presidente de Zurich Financial Services. La novedad de este año es que muchos dirigentes empresariales y la delegación de EEUU han empezado a asumir que el problema va en serio. «Hay que encontrar una fuente de energía que responda a tres preguntas ¿es limpio, es conveniente, es barato?, pero ninguna responde plenamente», afirma el presidente de Shell, Jeroen van der Veer. «No veo otra alternativa que la energía nuclear», sostiene el secretario de Energía de EEUU, Samuel W. Bodman. «Hay tecnologías capaces de recapturar el dióxido de carbono que va a la atmósfera y devolverlo a la tierra», según el presidente de la petrolera Exxon, Rex W. Tillerson, poco interesado en que los combustibles fósiles dejen de suponer el 80% del consumo de energía que, por cierto, aumentará en un 50% en 2030, predijo.

carlos.segovia@elmundo.es

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