Domingo, 28 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6251.
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Bulos y cotilleos sobre nuestra Familia Real
MARTIN PRIETO

Secretos y mentiras de la Familia Real

Autor: Pilar Eyre. / Editorial La Esfera de los Libros, 2007.

La prensa amarilla es un producto eminentemente inglés; periódicos en formato tabloide, brutalmente sensacionalistas, con unas tiras satíricas teñidas del amarillo que le da su nombre. El éxito de esta olla podrida se ha repetido principalmente en Alemania. Es un misterio que en estos dos países coexistan algunos de los periódicos más serios y solventes del mundo con tal basura en las rotativas. Los españoles rechazan este tipo de prensa. En la democracia, el malogrado Juan Tomás de Salas fundó Libre dentro del Grupo 16. En el primer número titulaban a cinco columnas: «Maricones en el Ministerio de Cultura», donde se apuntaba un supuesto enfrentamiento físico entre un conocido político y un periodista por los amores compartidos de un efebo ascensorista. El periódico duró muy pocas semanas en los quioscos. Posteriormente, el todopoderoso grupo alemán Bild, en alianza con Prensa Española, lanzaba Claro, en un intento nuevo de abrir un espacio amarillista en España. Luis María Anson, que todo lo sabe de periódicos, profesión y lectores, advirtió por escrito a la familia Luca de Tena que se avecinaba un desastre de miles de millones de las antiguas pesetas. Así sucedió y el Claro pasó al oscurísimo en muy pocas tiradas.

Esta sociedad ha optado por todo lo que se entiende como prensa del corazón, en sustitución del amarillismo convencional, y aún no sé si hemos ganado en la mudanza. La televisión española rosa resulta estomagante y vil. En alguno de estos programas, en el que más share tiene en España, una pareja de gaznápiros decía hace poco, muy sueltos de cuerpo, que Manolete se entretenía estoqueando en las plazas presos del régimen franquista. No hay peor calumniador que un analfabeto.

Una caterva de zangolotinos, aves de triple y hasta cuádruple condición sexual, pisaverdes y pitiminís que se creen que la alta sociedad está en la estratosfera, mentirosos, calumniadores, rumorólogos y chantajistas de medio pelo se dan lustre con los rayos catódicos, sembrando infamia allá por donde circulan. Entre las revistas rosas sólo ¡Hola! se busca la coartada de un cierto buen gusto, aunque algo paleto; las demás publicaciones se reparten ininteresantes roces carnales entre fulanos absolutamente desconocidos con zutanas de medio pelo, y los chismes más ininteresantes. Los intereses creados siempre se cruzan y los nuevos amarillistas y sus presuntas víctimas van a medias con el negocio. Lo desesperante de este ejercicio de mal gusto es que se podría intentar hacerlo bien y no tan a la pata la llana. También Scott-Fitzgerald estaba fascinado por los ricos y famosos de verdad, pero a cambio nos daba las páginas luminosas de El Gran Gatsby. Un colega se indigna porque a este coro de marionetas se las llame periodistas y clama en el desierto: «Yo no me dedico a eso; prefiero que me llamen 'periodisto'».

Pilar Eyre ha publicado en La Esfera de los Libros (2007) Secretos y mentiras de la Familia Real (¿por qué?). La autora pertenece por derecho propio a la tribu de cantamañanas del nuevo amarillismo español y nada aporta que no esté ya escrito en los libros, abundando solamente en los dimes y diretes. Secretos no desvela ninguno, como no sean los amores de Don Juan de Borbón con una griega cortados por Franco, aunque se guarda mucho de dar el nombre de la aristócrata que acompañó al Conde de Barcelona en sus últimos años, y mentiras y supuestos, los de la escribana y la familia de los Borbones. Dramático por supuesto, pero archiconocido, el accidente de Estoril en donde Don Juan Carlos, nuestro Rey, manejando irresponsablemente una pistola (y eso que ya tenía el grado de cadete y debía tener una mínima familiaridad con las armas) mató de un tiro en la cabeza a su hermano menor Alfonso, tenido como el más listo de la Casa. El padre exigió al hijo: «¡Júrame que fue un accidente!». Don Juan Carlos fue a toda prisa empaquetado de vuelta a la Academia Militar de Zaragoza, donde recibió ayuda psicológica.

La mitad del libro de Eyre son recensiones de la inmensa biografía sobre Don Alfonso XIII y su descendencia, y su hijo Don Juan y su familia. Por citar lo nuevo, especula sobre las malas relaciones entre las Infantas y Doña Letizia, atribuyendo a las primeras un rechazo heráldico hacia la periodista que vino de la clase media-baja. Algo normal si se tiene en cuenta que cuñada viene de cuña. Pero peor mal parada sale la Princesa, negándole la casa a la Infanta Cristina para albergar momentáneamente a sus suegros Urdangarín. Don Felipe dijo que sí, naturalmente, pero cuando se lo comentó a su mujer, ésta respondió que ni pensarlo; que ella estaba embarazada de cinco meses y en su estado no creía conveniente atender a unas personas que apenas conocía. Felipe ha tomado partido por su mujer alejándose de sus hermanas, mientras el Rey, que adora a sus hijas, las apoya al cien por cien, con la consiguiente tensión entre él, su hijo y su nuera.

Lo que me parece delirante de esta crónica rosa es que se atribuya a Doña Sofía más tiempo en Londres que en España. Tan largas estadías fuera de España serían de dominio público, por muchos esfuerzos que realizara Alberto Aza. Por otra parte, la situación no encaja con las debilidades familiares de la Reina.

Una obra intrascendente. Un libro de usar y tirar. Pilar Eyre debería mejorar sus conocimientos y recurrir menos a la cirugía estética.

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