Lunes, 29 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6252.
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El despegue de las desaladoras
La apuesta del Gobierno por la desalación, que en 2008 producirá el 70% del agua que se iba a trasvasar del Ebro, ha convertido a España en el líder mundial de esta tecnología, según un reciente informe del MIT en EEUU
GUSTAVO CATALAN DEUS. Enviado especial

SAN PEDRO DE PINATAR (MURCIA).- Entre bandos de flamencos, fumareles y garcillas que hunden sus picos en el fondo de las salinas de este enclave Mediterráneo, hoy convertido en Parque Natural, se levanta desde hace meses otra instalación mucho más moderna que tiene como finalidad algo parecido pero no para producir sal, sino para producir agua sin ella.

Son las dos plantas desaladoras de San Pedro de Pinatar, situadas al norte de la provincia de Murcia junto al Mar Menor. La planta I y II son gemelas y se han levantado íntegramente tras la llegada al Gobierno del PSOE en 2003. Una de las primeras medidas que se tomaron nada más llegar a la Moncloa Zapatero fue retirar el proyecto del PP de trasvasar agua del Ebro en una obra faraónica de un canal con cerca de 1.000 kilómetros.

Como alternativa, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, anunció que se llevaría a cabo la construcción de plantas desaladoras en el Levante, para dotar de agua dulce de calidad a las poblaciones residentes en el arco mediterráneo y Andalucía oriental.

Cuando han transcurrido dos años y medio desde aquel anuncio, las dos plantas desaladoras de San Pedro de Pinatar son una realidad que producen cada día 65.000 metros cúbicos de agua de mucha mayor calidad que la que hasta ahora ha circulado por las redes de abastecimiento de la región.

La apuesta por la desalación de Cristina Narbona -que fue la alternativa del PSOE desde los primeros pasos del Trasvase del Ebro- fue muy criticada y sobre ella cayó el sambenito del vertido de la salmuera sobrante, porque iba a acabar con la vida marina. Pero esto es algo que no ocurre, según el Departamento de Ciencias del Mar de la Universidad de Alicante, que monitoriza desde el principio el vertido.

Con las nuevas plantas en marcha y las que se abrirán en los próximos meses en otros puntos del Mediterráneo, la desalación goza de «mucho empuje, buena salud y cada vez más aceptación», según Jaime Palop, director general del Agua. Cuando se anunció el plan, en España ya se desalaban una cifra nada desdeñable de 140 hectómetros cúbicos (hm3); hoy ya son otros 176 hm3; y para cuando acabe la Legislatura están previstos un total de 713 hm3, lo que significa el 70% de la cantidad de agua que hipotéticamente se iba a trasvasar del Ebro, evaluada en 1.050 hm3.

Sin embargo, es posible que esa obra -según recuerdan fuentes del Ministerio y organizaciones sociales y ambientales- no se hubiera terminado de construir ni en una década, y que la cantidad de agua no estuviera garantizada por el menor régimen de lluvias previsto a consecuencia del cambio climático, según los climatólogos.

Aún hay otro sambenito contra la desalación, que es su elevado consumo energético. Aquí no hay soluciones sencillas ni a corto plazo. En el Ministerio no niegan el insostenible consumo de electricidad para desalar agua ni que ello contribuya al efecto invernadero y al subsiguiente cambio climático.

Sin embargo, hay que recordar que en los últimos 30 años ese consumo se ha desplomado desde los 22 kilovatios hora (Kvh) por cada metro cúbico (m3) a los 3,5 Kvh/m3 de la actualidad. La mejora viene determinada por las tres décadas de mejoras tecnológicas en todo el proceso, que todavía no han llegado a tocar techo.

«La desalación por ósmosis inversa no es la solución al problema del agua, salvo en casos muy claros como puede ser Canarias. Su intensivo consumo es, de momento, insostenible», afirma José Luis García, responsable de Energía de Greenpeace.

No obstante, el ecologista reconoce que hay elementos positivos en la política gubernamental, como el haber puesto en marcha un ambicioso plan de generación eléctrica eólica y minihidráulica para compensar «de alguna manera tanto consumo en desalación».

Para García, la desaladora de Carboneras -la mayor de España hasta ahora-, diseñada y construida por el PP «es una aberración», puesto que primero se construyó una térmica de carbón y luego la planta desaladora a su lado para que consumiera la electricidad producida: «Traer carbón de Sudáfrica para producir agua es lo último que uno se podía imaginar», afirma el experto en energía. Y añade un dato no muy conocido sobre el consumo de electricidad del trasvase del Ebro, que en sus once estaciones de bombeo para sortear la geografía de su recorrido de casi 1.000 kilómetros «gastaba aún más que la desalación que están haciendo».

«Lo que era una utopía no hace tanto, se ha hecho realidad», dice orgulloso Palop. Se refiere a todas esas innovaciones tecnológicas que en sólo una década han puesto la desalación al alcance de la mano. Cita el caso de las membranas de ósmosis inversa, que no sólo duran más años y aceptan más ciclos de limpieza, sino que son más eficientes. También se refiere a la recuperación de energía que se produce en la misma planta desaladora, que aprovecha la fuerza con la que sale la salmuera para ayudar a las potentes bombas que la empujan a 700 atmósferas de presión contra las membranas.

También se refiere a las investigaciones en marcha, entre las que cabe destacar la empresa de ingeniería M. Torres, que es capaz de producir agua dulce en un molino eólico instalado en el mar, donde vierte directamente la salmuera. Igualmente se refiere a otra técnica de separación subsónica de la sal, sobre la que se reserva decir una palabra más. Y así hasta una docena de investigaciones privadas...

Pero de lo que se muestra más ufano es que, gracias al empuje político y a la fuerte inversión pública en desalación, una decena de empresas españolas de ingeniería y constructoras han logrado poner a España en la cabeza de la desalación mundial, según destaca un reciente informe del prestigioso Massachussetts Institute of Technology (MIT) de EEUU. Ahora mismo, las compañías españolas construyen, proyectan o gestionan una veintena de plantas en el mundo. Los ejemplos son la desaladora de Londres, las plantas que se construyen en California, norte de Africa o las proyectadas en el gigante asiático.

«En España hubo cientos de muertos en 1947 por una sequía; hasta 1974 no se consiguió erradicar el cólera, una enfermedad vinculada a la calidad del agua; todavía hoy estamos a punto de dar agua potable a Melilla; y pese a ser la primera potencia mundial en desalación, existen problemas», declara Palop. Y sin embargo, asegura que la desalación no es la solución: «Es sólo una parte de ella; las otras son lo que llueva, la depuración y la gestión. Con ese mix nunca faltará el agua para que los turistas se duchen o para garantizar el agua a los cultivos, aunque será algo más cara», concluye Palop.

La desalación no es reciente en España. Desde que se puso en marcha la primera planta en los años 70, se han construido más de 900. La mayor parte de ellas son privadas, pero pequeñas. Recientemente, la inversión pública ha roto esa tendencia con grandes plantas en los dos archipiélagos y la costa mediterránea. Somos el quinto país con mayor número de desaladoras, que producen cada día dos millones de m3 , que para 2009 serán 3,5 millones de m3, , según el Centro de Estudios Hidrográficos (CEDEX).

La Universidad de Alicante ha puesto en marcha un programa de seguimiento del vertido de salmuera en las plantas de San Pedro de Pinatar y la de Alicante, que no ha detectado «ningún impacto a las comunidades de plantas, algas u organismos» desde el año que llevan funcionado. Es más, lo que sí han detectado es el efecto nocivo de los vertidos de aguas residuales y de las piscifactorías situadas en el área de los emisarios de salmuera, según José Luis Sánchez Lisazu, profesor titular de Ciencias del Mar, quien además de sus muestreos, recibe en tiempo real los datos de salinidad que le envían las boyas instaladas.

Milagro o no, la desalación es ya una realidad que logra dar agua de alta calidad donde ya no queda, y que es precisamente donde a la gente le gusta ir a vivir.


Un proceso que eleva el precio del agua

Los precios del agua desalada no son sencillos de desglosar. Se trata de un recurso que, aunque tomado de la naturaleza, es sometido a procesos que implican gastos fijos, variables y de amortización. No obstante, la Comunidad de los Canales del Taibilla, concesionaria de las plantas de San Pedro de Pinatar y Alicante I, y que suministra a 79 municipios de 2,3 millones de habitantes -más de tres en verano- del sur de Alicante y Murcia, hace encaje de bolillos para evitar que la entrada de agua desalada, más costosa, incremente mucho el recibo.

Isidoro Carrillo, presidente de esta institución, con 61 años de existencia, confesó a EL MUNDO que con todos los costes computados, el precio del m3 es de 60 céntimos. Pero hay más: el coste del agua que llega por el trasvase Tajo-Segura es de 13 céntimos/m3, mientras que las aguas del río Taibilla, un afluente del Segura, son gratis.

Como los Canales del Taibilla mezclan el agua de estas tres fuentes -más la de pozos de su cuenca también gratuita- en una proporción que en 2006 fue de 224 hm3 del trasvase, 38 del río Taibilla y otros 35 de la desalación, finalmente el coste medio es de 27 céntimos/m3, a los que al añadir los gastos generales disparan el precio a 43 céntimos/m3, que cobran por igual a los 79 municipios.

Otra cosa es lo que los ayuntamientos cobran a los usuarios. Las empresas concesionarias del servicio municipal de abastecimiento de agua tienen sus propias tarifas, y como empresas privadas que son, añaden sus beneficios, por lo que los precios son distintos. En cualquier caso, el usuario doméstico paga en tres bloques : el uso mínimo para economías débiles, el normal y el suntuoso, más caro al exceder cierta cantidad de agua por persona al día.

Los agricultores han recibido una oferta del Ministerio de Medio Ambiente de recibir agua a pie de planta a 39 céntimos/m3. A ello tendrán que añadir el coste de su canalización.

Finalmente, si Industria diera la tarifa interrumpida a las desaladoras, el coste de la energía bajaría un 20%.

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