Lunes, 29 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6252.
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Nueva York teme por el legendario club Copacabana
El local donde triunfaron Frank Sinatra y The Supremes, obligado a mudarse
ED PILKINGTON. The Guardian / EL MUNDO

NUEVA YORK.- El punto más caliente al norte de La Habana se enfrenta a un destino gélido. El Copacabana, una de las pistas de baile con más historia de Manhattan, está a punto de cerrar sus puertas y de convertirse en recuerdo. Un dulce y melancólico recuerdo.

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Los propietarios de la sala, titulares de un largo contrato de arrendamiento del local que ocupa el club, en la Calle 34, se enfrentan nada menos que al proyecto de ampliación del Metro de Nueva York. Las obras de la Línea 6 obligan a que el Copacabana abandone su actual emplazamiento y ponen seriamente en duda el futuro de un local por el que pasaron Frank Sinatra, Sammy Davis Jr. y Tony Bennett, entre otros muchos.

El Copacabana nació en 1941, cuando Nueva York temía un ataque de las potencias del Eje. Con ese panorama, el club se hizo famoso por su ambiente exquisito, la calidad de las bandas que tocaban en él y las piernas kilométricas de sus bailarinas, las Copa Girls, que, años más tarde, incluyeron en su nómina a futuras celebridades, como Joan Collins y Raquel Welch. Ellas, por cierto, tenían unas rivales en las Samba Sirens, la otra troupe del Copacabana, una vez descritas como «ocho mujeres tan bellas como nadie pueda imaginar, capaces de moverse como unos caballos de doma».

La fama del club también se benefició de la calidad de su restaurante, en el que se decía que reinaba una limpieza obsesiva. La culpa, al parecer, era del propietario, Jules Podell. «Si ve una hoja de lechuga en el suelo, es capaz de detener a toda la cocina para limpiarlo todo», escribió un crítico culinario en 1952.

Con esos atributos, no es extraño que el Copacabana atrajera a lo más refinado de la sociedad estadounidense. Y eso, claro, incluía a las estrellas políticas de la época (demócratas, a ser posible), como los Roosevelt, primero, y, por supuesto, los Kennedy, más tarde. Para entonces, el club había renovado su fama gracias al invento del siglo: la televisión. El Copacabana se convirtió en el escenario de algunas de las retransmisiones más populares de los años 50 y 60, y acogió el lanzamiento a la fama de estrellas como The Supremes.

Los malos tiempos llegaron con los años 70. Podell murió en 1972, la crisis económica golpeó en 1973 y el Copacabana llegó a cerrar en 1976, para reabrir convertido en una discoteca. Los veteranos del lugar se dieron a la melancolía, como demuestra la letra de Lola, una canción de Barry Manilow: «Ella era una 'showgirl'/ Aunque eso fue hace 30 años/ cuando había show/ ahora es una disco.

Se exige distinción

Sin embargo, la pasión por la música disco volvió a llenar el local, con nombres famosos incluidos: Bette Midler, Robin Williams, Red Foxx y el eterno Sammy Davis Jr. eran habituales del Copacabana.

Aquella segunda edad de oro también pasó. En la actualidad, el club es un mastodonte de más de 15.000 metros cuadrados que exige a sus clientes vestir con distinción para convencerse a sí mismo de que sigue siendo un sitio elegante. Pese a ello, el sonido de las big bands de los años 40 y 50 ha dado paso a salsa, house y hip hop, que es lo que pide el público, por mucho que le exijan chaqueta y zapatos de vestir.

«No queremos cerrar», dicen los propietarios del Copacabana. «Nuestra intención es trasladarnos a otra sala. Aunque quizás haya que redefinir el modelo».

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