VICENTE SALANER
Que Aíto García Reneses es un gran entrenador de baloncesto es algo que nadie duda, o al menos que nadie debería dudar. Más aún: uno diría que el nivel de dedicación, de compromiso en defensa y en ataque que está logrando de sus jugadores en el DKV Joventut iguala o supera el conseguido en sus mejores temporadas con el FC Barcelona, y el repaso que el pasado sábado le dio a un MMT Estudiantes valiente pero inferior ha sido la última muestra de su nivel. Lleva muy bien sus 60 años recién cumplidos.
En el historial de Aíto sólo ha quedado -hasta ahora- una carencia, como una chinita en el zapato: no ha logrado ganar un título europeo absoluto (sí la FIBA Cup del año pasado, pero es un torneo menor). Eso lo saben todos. Puede indicar que ha sido un técnico mejor en la preparación de los equipos y de los partidos que en la adaptación a las circunstancias de los encuentros, en los cambios de hombres y de tácticas. Pero lo que no hemos visto mencionado en ningún sitio, y que aquí vamos a desarrollar de manera quizá polémica, es que Aíto no se ocupa tanto de los pequeños detalles de técnica individual como de la preparación táctica de sus equipos. Es, para este cronista, su defectillo venial.
Quizá un síntoma haya que encontrarlo en la página personal del técnico en internet. En ella ha seleccionado un ramillete de sus artículos publicados a lo largo de su larga carrera. Pues bien, de todos ellos, sólo el más antiguo, que ya tiene 32 años (marzo de 1975), versa sobre fundamentos individuales: es un interesante trabajo sobre el pase.
El sábado, como en cualquier partido de la Penya, cualquier observador algo atento pudo observar el sorprendente defecto que, a sus 22 años, sigue teniendo Rudy Fernández al tirar en suspensión, sobre todo de tres puntos: se vence claramente a la izquierda, en un movimiento que le desequilibra. Y el único movimiento que debe estar proscrito en el tiro en suspensión debe ser el lateral. Nos dirán que Rudy tira bien (41% de tres), pero uno sigue opinando que esa torsión lateral es la causa de que sea esencialmente un tirador de rachas y que, si la corrigiese, sobrepasaría sin problemas un 50% de acierto.
Hace tres decenios, Andrés Jiménez fue el primer fenómeno formado (en el Cotonificio) por Aíto. Éste también dirigía la selección juvenil cuando Jiménez debutó en ella. Un periodista madrileño observó en el ala-pívot andaluz un grueso defecto técnico: bajaba el balón muy por debajo de la cintura al iniciar el tiro en suspensión, un vicio que permitía a todo defensor, hasta los bajitos, molestarle cuando intentaba tirar. Preguntado Aíto al respecto, puso cara de póker. Pero, al año siguiente, Andrés había corregido su gesto técnico y era ya casi imparable. Esperemos ver pronto lo mismo con Rudy: Aíto sabe, también, rectificar.
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