CARLOS TORO
La Agencia Mundial Antidopaje (AMA), y según cifras facilitadas por la Interpol, ha comunicado que el mercado mundial de sustancias dopantes supera ya al de marihuana, cocaína y heroína juntos. El dato es escalofriante. Si el extendido y creciente consumo de estas tres drogas constituye una de las características sociológicas más alarmantes y tristes de nuestro tiempo, el hecho de que el dopaje lo haya superado cuantitativamente sustituye la preocupación por el espanto. Y conduce directamente a un desaliento fatalista.
El dopaje ha dejado de ser sólo una trampa, un atajo fraudulento en el deporte profesional para calar en el entero tejido social y enquistarse en sus fibras. El deporte profesional, o el que aspira a serlo, mueve toneladas de basura farmacológica y montañas de dinero manchado por el color de las píldoras y el contenido de las jeringuillas. Pero es la punta del iceberg. Sin ir más lejos, y por acudir a escenarios cotidianos, los gimnasios del planeta están llenos de jóvenes de todo pelaje, estudiantes, obreros, gente que nunca recibirá un céntimo del deporte, que consume regularmente una variada gama de porquerías para desarrollar sus músculos. Puede adquirirlas a través de innumerables vehículos, entre ellos la sacrosanta Red.
La marihuana, la cocaína, la heroína, los anabolizantes, las anfetaminas, el éxtasis, etcétera, suponen una de las lacras contemporáneas. Si les unimos las drogas legales (tabaco, alcohol), nos encontramos con un mundo enfermo de ignorancia, inconsciencia o vicio. En otra de esas frecuentes expresiones de esquizofrenia o hipocresía que contribuyen a caracterizar nuestra sociedad, resulta que el tabaco y el alcohol son unos grandes patrocinadores deportivos, de los que ahora pretendemos prescindir en España. Aplaudimos sin reservas la iniciativa y, curiosos y escépticos, nos disponemos a ver cómo se lleva a cabo.
Estamos locos amén de enfermos. Arrojamos a la atmósfera cantidades ingentes de dióxido de carbono. Y, además, por si fuera poco, derramamos en nuestro organismo toda clase de venenos. ¿Hay por ahí alguien sano de cuerpo, mente y espíritu? ¿Queda alguien incontaminado? Si es así, que apague la luz, cierre la puerta y se vaya. Tras él, en todos los idiomas de la Tierra, aparecerá una palabra: Fin.
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