El Ayuntamiento de Madrid ha invertido en los últimos años mucho dinero para cumplir su promesa electoral: «que ninguna persona que no lo desee duerma en la calle». De hecho, en las tres últimas campañas de frío que han presentado se ha ido incrementando progresivamente el número de plazas abiertas para indigentes y personas sin hogar, llegando este invierno a las 1.726 camas disponibles cada noche.
Estos dispositivos municipales se abren cuando las temperaturas de la capital se aproximan a los cero grados. Normalmente, la Campaña del Frío dura desde finales de noviembre hasta el mes de marzo.
Los recursos principales son el de la Casa de Campo (87 plazas), el Centro de Emergencias (30 plazas), el servicio alternativo al Metro (130 camas) y las 4.500 estancias que se financian en pensiones, además de otros albergues de iniciativa social como el de San Juan de Dios, San Martín de Porres y Cáritas.
Pero hay una oferta de los servicios sociales que no está sujeta a las inclemencias del tiempo: el trabajo y las camas de Samur Social y los tres nuevos dispositivos que se han abierto este año con voluntad de permanencia en Arganzuela, Centro y el de La Rosa.
El Samur Social fue creado, precisamente, para prestar una especial atención a la gente que duerme en la calle. De hecho, sus trabajadores conocen a la mayoría de los habituales de las plazas de la capital y tienen más o menos controladas sus necesidades vitales y médicas. Muchos de estos homeless, como aseguran algunos de los que recorren la noche para intentar curar sus almas, padecen trastornos mentales que les impiden reincorporarse a una vida normalizada y, en muchos casos, recibir más atención que de primera necesidad.
Sin embargo, muchas veces los dispositivos municipales, donde se puede conseguir una cena, una cama caliente, darse una ducha y tomar el desayuno, sirven de gancho para recuperar socialmente a otras personas que viven en la calle pero que aún no han entrado en una fase crónica.
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