Lunes, 29 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6252.
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 MADRID
M2 / VIOLENCIA EN ALCORCON
Resaca tras la batalla
Centenares de vecinos salieron ayer a las calles de Alcorcón a hacer su vida normal, como si nada hubiese pasado, aunque los desperfectos de los incidentes del sábado seguían visibles. Mientras, muchos adolescentes presumían ante sus amigos de «la muestra de fuerza» que hicieron contra la Policía Nacional
LUIGI BENEDICTO BORGES

Alcorcón recobró ayer la tranquilidad. En parte. Porque pocos son los vecinos que no miran de reojo a los agentes antidisturbios que aún vigilan los puntos clave del municipio madrileño, como el Ayuntamiento, la estación Parque Lisboa de Metrosur o el centro Joven de la calle de Maestro Victoria. Allí se encuentran las canchas donde comenzaron los altercados, razón por la cual siguen en ella varios coches de la Policía Local y Nacional de modo permanente.

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Los agentes ya han perdido la cuenta de la cantidad de personas que al pasar por la zona señalan las canastas de baloncesto o los graffiti del Centro Joven. «Se ha convertido en una especie de zona turística en Alcorcón». «El otro día vino mi cuñado y al pasar por aquí soltó un 'Mira, si esta plaza es la de la tele'» relataba una pareja de señoras resguardadas tras dos lustrosos abrigos de visón. Porque el frío tampoco ha dejado atrás a los alcorconeros, que siguen ignorando su presencia y echándose a la calle.

Con el fin de evitar cacheos, los puntos de reuniones han cambiado. Ahora los lugares elegidos son los bancos del parque de la plaza de la Hispanidad, por ejemplo. Una de las calles por las que se accede a ella, la de San Luis, aún presenta los restos de un serpenteante cordón policial de color amarillo, lo que da pie a que los jóvenes que pasan por ella comiencen a fardar de sus batallitas. El «ayer le lancé un par de adoquines a los antidisturbios» y el «yo aguantaba y no salía corriendo como las gallinas cuando venían los maderos con las porras» eran los comentarios más repetidos entre los quinceañeros, que detallaban una y otra vez sus vivencias a sus amigas adolescentes. Ellas, lejos de ser un público pasivo, añadían detalles de su cosecha a los incidentes de ayer, catalogados como «batalla», «aventura» y «muestra de fuerza». Cerca de otra plaza, la de La Peseta, los bancos, de diseño y colocados bajo unos focos muy parecidos a los de un campo de fútbol, estaban vacíos. Los presuntos pandilleros, ataviados con capuchas y bragas mal puestas que apenas les dejaban ver los ojos, aprovechaban la llegada de la noche para refugiarse en la oscuridad a contarse sus confidencias, aunque para ello tuvieran que utilizar como asiento los muros de cemento.

A su lado pasaban las parejas de la tercera edad, algunas aún con el periódico bajo el brazo. «Dicen que se ha vendido más prensa que nunca, agotándose y todo, pero la verdad es que siguen diciendo cosas que no son», aseguraba un hombre que llegaba tarde al bar para ver uno de los partidos de la Liga. El balompié era lo único que acallaba las conversaciones de barra, ancladas en lo que pasa en el barrio desde hace una semana. La noche, con disturbios «hasta las dos», según relataba Mary, una vecina desde el balcón en el que tendía la ropa, dejó muchas secuelas físicas y pocas cabinas con todos los cristales en su sitio. También fue refugio para los graffiteros, que aumentaron su número de obras, cambiando los Prohibido aparcar por Prohibido aparear en algún que otro aparcamiento con un contenedor chamuscado de fondo.

Finalmente, los cantos a la normalidad de la mayoría de los habitantes de la zona han sido recogidos por el Foro Social de Alcorcón, que, a través de una de sus miembros, Elena López, aclaró ayer que los vecinos «realmente están asustados por la cantidad de coches de Policía, de lecheras y antidisturbios que hay», lo que considera que «no es la solución» y menos aún cuando la gente lo que quiere es hacer «su vida normal», porque Alcorcón es «acogedora, nada xenófoba y nada racista». Lo mismo opinaba una joven sudamericana que anoche iba a coger un autobús, si bien reconocía que «ahora mira a todos lados cuando sale a la calle», al tiempo que reconoce que muchos compatriotas «ahora salen poco, o nada».

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