ANA CONDA
levo días que no dejo de pensar en lo mismo. Parezco Alexandrito, el niño de Ana Obregón (ahora conocida en Varsovia como Anuska Obregonova), que está emperradito en convertirse en un stripper y enseñar lo que ya le vimos a Daddy Dear mientras Sonia Moldes -¿qué habrá sido de ella y de sus labios de acetato?- leía un libro de autoayuda para aprender a vivir cuando el gloss extrajugoso no te acompaña. Ya le podría haber dado al niño por salir como figurante en un vídeo de Camela, si es que le gusta el espectáculo. O, si prefiere los libros, dar un cursito de macramé y punto de cruz para coserle a su abuela un cojincito con el lema Viva La Moraleja y alrededores. Pero no, está como la chiquita camboyana ésa que han encontrado en medio de la selva comiendo raíces de yoyoba (que, no me digáis, qué envidia de raíces y puntas tendrá sin proponérselo, con lo que servidoras hemos invertido en productos capilares): enajenado por las lianas, el naturismo y el aceite de coco.
A mí, en cambio, lo que me mola es el aceite de los calamares fritos en bocadillo. No dejo de soñar con ellos. Con los calamares. Fritos. Con rebocina. En bocadillo. De El Brillante. Con el pan chicloso. Ummm. Mi íntima Elvira me ha recomendado que no lo diga muy alto, que me coge la nutricionista disecada de Soy lo que como y me mete el brócoli con embudo como si fuera una oca del Perigord. Pues fíjate lo que te digo: como ella sea lo que come, para mí que se pone hasta el cuajo de laca Nelly. Ojo, qué tiesita es la nena. Ni Melanie Griffith, repasada, calcada, cortada y coloreada gracias a un informático con más mala leche que la hija de Boris Becker.
Porque digo yo que con esa carita debe estar más cabreada que una mona. Ni planchada con Toke. Mummy todo me lo alisa con Toke. Hasta los corchetes de mi fajita pantalón. Así me pasa, que creo que me ha salido un papiloma. O eso, o es que estoy embarazada cual Anuska. Como el otro día estuve en un centro de planificación familiar (no digáis que no estáis ahora flipadas por la intriga, como cuando os enterásteis de que Isabel Preysler vino a las Españas para ejercer como doméstica...).
También puede darse el caso de que no lleve bragas, como Paris Hilton. Por eso fui al centro. Mi metro veinte se desparramó a la puerta del Caprabo tras una carrera y/o huida. Por la noche, en mi momento íntimo vagisil, me di cuenta de que se me había colado un Ducados, dos chicles verde menta, una hormiga y una pinza de la ropa... En caso de quedarme encinta, ¿a quién le podría reclamar yo la paternidad? ¿Y un divorcio como la ex de Paul McCartney? Ya me veía yo a Greesom dejándome los bajos como un abrevadero de patos con el spray azul ése para detectar ADN... Si no me hubiera dado por robar carteras a lo Cristina Blanco en el súper, no me encontraría ahora con estas problemáticas... Por cierto, viva Lorena.
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