Se trata del último país de la gira europea del jefe de Estado, quien, desde el pasado miércoles, ha pasado por Alemania e Inglaterra -donde se entrevistó con los jefes de Gobierno de estos países, Angela Merkel y Tony Blair-, y por Suiza, donde participó en el Foro Mundial de Davos. De la localidad alpina llega a España después de hacer una encendida defensa de México como destino inmejorable para la inversión, «al ofrecer seguridad jurídica, una economía en orden y estabilidad política». Junto al presidente de Brasil, Inacio Lula Da Silva, fue el único jefe de Estado latinoamericano invitado al encuentro.

Además de presentarse ante los grandes líderes mundiales y ofrecer su país como «tierra de futuro», Calderón llegaba con clara intención de «cambiar la caricatura del mexicano, sentado bajo un nopal [cactus]». Para ello, nada mejor que las buenas proyecciones de Goldman Sachs sobre su país, que le sitúan como la quinta economía del mundo en 2040. En la actualidad, México intercambia casi 5.000 millones de euros anuales con España, el doble de la cifra de hace cinco años.

Aunque su visita apenas durará 24 horas, el presidente mexicano se entrevistará con el Rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Al margen de la importancia económica de la visita -España es el segundo inversor en México después de EEUU-, Calderón agradecerá al jefe del Gobierno su rápida llamada de felicitación pocas horas después de conocerse los resultados de las elecciones presidenciales mexicanas celebradas en julio. Una llamada que llegó antes de que se hubiera pronunciado el Tribunal Electoral sobre las numerosas denuncias presentadas por el candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador.

La tarde del 5 al 6 de julio, la victoria de Calderón pendía de un puñado de votos y la presión social se hacía insoportable. La reconfortante y publicitada llamada de Zapatero llegó poco después de la del presidente estadounidense, George W. Bush, algo que convertía a estos dos jefes de Gobierno en los primeros líderes occidentales en reconocer su victoria, lo que generó las protestas de la izquierda mexicana.

Precisamente a encauzar los ánimos que han dejado exhausto al país tras un intenso año electoral se ha empleado a fondo Calderón a base de golpes de efecto. Con López Obrador fuera de la actualidad diaria, recorriendo el interior de México en una larga gira de mítines, el conservador ha dejado claro, con los impresionantes operativos ordenados en Michoacán y Tijuana, que su prioridad será la seguridad. Las últimas 11 extradiciones a Estados Unidos -entre ellas la de Osiel Cárdenas, líder del cártel del Golfo- le garantizan igualmente una buena relación con el vecino del norte.

El nombramientos de Agustín Carstens, ex vicepresidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), al frente de las finanzas del país también «transmite buenas señales y da sensación de mucha seriedad», tal y como comentó a este periódico el máximo directivo de un banco español con gran implantación en el país latinoamericano. Sin embargo, la opinión pública cuestiona la forma en que Calderón ha resuelto las dos principales crisis a las que ha tenido que enfrentarse como presidente: la subida del precio del maíz y el conflicto de los rebeldes en Oaxaca.

La crisis de la tortilla ha supuesto un duro golpe para los más pobres del país, con subidas de hasta el 100% en el precio del alimento fundamental en la dieta de los mexicanos. Las soluciones del Gobierno no se notan en la cesta de la compra y, de paso, la crisis también ha puesto sobre la mesa el problema del abandono del campo y del control de unas pocas empresas sobre sectores estratégicos y sensibles en el funcionamiento cotidiano del país.

La supuesta pacificación del conflicto de Oaxaca se resolvió con el apoyo al gobernador del Estado, Ulises Ruíz, y la detención de las cabezas visibles de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Aún con muchas muertes y desapariciones por aclarar, distintas comisiones de Derechos Humanos y ONG denuncian la larvada y silenciosa represión puesta en marcha en Oaxaca entre todos los que simpatizaron con los rebeldes.

En política exterior, Calderón ha insistido en que desea «convertir a México en el país líder del continente». Dadas sus nulas o malas relaciones con Cuba, Venezuela o Bolivia y su dependencia económica del vecino del norte, los analistas concluyen que tendrá que hacer un gran trabajo diplomático. Además, el presidente llega a España después de criticar en Davos el regreso de «las dictaduras personales y las políticas de expropiación y nacionalización que tanto empobrecieron en el pasado a la región».