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La sociedad está bien ordenada cuando los ciudadanos obedecen a los magistrados y los magistrados a las leyes (Solón) |
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EL VOYEUR |
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Yo y la información |
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CARLOS BOYERO
Comienza afirmando el rígidamente encorbatado Dragó (¿responde a la exigencia hacia las formas de la siempre puestita Esperanza lo de vestir de protocolo a su Indiana Jones favorito?) que ha llegado la hora de la verdad para él y para nosotros. Que manía lo de incluir a los demás en las convicciones personales, utilizando además ese concepto tan resbaladizo, peligroso y turbio, con anverso y reverso, de la jodida verdad. Amplía los didácticos propósitos de su virginal programa: «Les ayudará a entender el mundo y a buscar la verdad». Y dale con la verdad. También compara el arranque de su vocacionalmente heterodoxo informativo al probable hostión, para satisfacción de algunos, que puede darse el trapecista en su salto mortal. Imagino que tanta florida retórica responde a los comprensibles nervios del portero ante el penalti, pero el exhibicionismo egocéntrico y el virtuosismo para la autopromoción pueden resultar abusivos para el que sólo espera que le informen del aquí y ahora, aunque el lúdico transmisor sea el heterodoxo juglar Dragó.
El arranque de su gloriosa exclusiva, entrevistando en cuerpo y alma al hasta ese momento comprensiblemente hermético Ortega Lara, puede resultar desalentador para los empeñados en la evaporación del monstruo etarra a cualquier precio. Ortega cuenta que ha accedido a la narración en público de su imborrable tortura porque el Gobierno insulta, injuria y maltrata a las víctimas del terrorismo, y porque vivimos en una sociedad moralmente enferma. No aclara si esa devastadora enfermedad también se ha contagiado a su partido, el PP, o si el virus ése se ha instalado en los que quieren destruir España, o sea, algo más de la mitad de la población del país. Su reivindicativo speech, en el estilo del apasionante orador Alcaraz, dura poco. En su relato, describe, sin pretensiones melodramáticas, su intolerable sufrimiento en el infierno durante 532 días inimaginables para el que no haya padecido ese espanto. Y entiendes que el término negociación sea ferozmente irreconciliable con su cerebro y con su corazón. Ortega Lara intentaba aliviar su horror rezando siete rosarios al día. Te asalta el escalofrío cuando confiesa que, a pesar de esas creencias religiosas que le ayudaban a sobrevivir, mentalmente, decidió que iba a suicidarse. No hizo falta.
Todo son exclusivas en el mundo de Dragó. Por primera vez en la historia de la televisión, según cuenta, el presentador va a acompañar a su invitado hasta la puerta y se va a abrazar con él. También promete que por primera y última vez va a contar algo personal, recordando el asesinato de su padre. Antes, le ha descrito a Ortega Lara su incomunicación en la cárcel de Carabanchel. Digo yo que eso no es impersonal. Se despide asegurándonos que su Diario de la noche va a ser independiente, ecuánime, respetuoso y no sé qué más. Pues vale. Tomamos nota.
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